Hillary Clinton hace unas declaraciones sobre las filtraciones de Wikileaks antes de entrevistarse con su homólogo turco, Ahmet Davutoglu, con quien aparece en la imagen. :: AFP
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EE UU comienza a cuantificar los dañosLa web promete más filtraciones durante 2011

Hillary Clinton destaca que las revelaciones son «un ataque a la comunidad internacional»

NUEVA YORK. Actualizado: Guardar
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«No hay nada laudatorio en poner en peligro la vida de gente inocente, ni nada valiente en sabotear las relaciones pacíficas entre naciones de las que depende nuestra seguridad común», protestó ayer la secretaria de Estado, Hillary Clinton, frustrada por el descalabro que ha provocado en su trabajo la filtración de un cuarto de millón de documentos diplomáticos. «Tengo confianza en que las alianzas en las que el Gobierno de Obama ha trabajado tanto en construir resistirán este desafío», exhortó. Clinton, que en los próximos días tendrá que sentarse cara a cara con muchos de los afectados con motivo de su viaje a Asia Central, es sin duda la más perjudicada por las filtraciones de Wikileaks que han desnudado las conversaciones privadas entre Washington y los funcionarios de sus 270 embajadas.

Con semejante cantidad de revelaciones son pocos los países que no se ven involucrados y a la mayoría no le gustará saber lo que decían a sus espaldas los diplomáticos estadounidenses. Algunos, sin embargo, se lo han tomado con naturalidad. «Al menos uno de mis homólogos con los que he hablado en estos días me ha dicho: ¡No te preocupes por eso! Deberías ver lo que nosotros decimos de ti», sonrió Clinton.

La realidad que desvela la tibia reacción de los gobiernos del mundo es que todos sabían, en mayor o menor medida, que los diplomáticos actúan habitualmente como espías. Como todos están involucrados en la misma tarea, nadie se atreve a tirar la primera piedra.

Los detalles, que Clinton se negó a comentar, hacen pensar, sin embargo, que EE UU había llegado más lejos de lo esperado al encargar a sus legaciones que reunieran información sobre la vida privada de otros diplomáticos, así como sus números de tarjetas de crédito o de viajes . Pero si bien eso es la anécdota, lo que remodelará la política internacional es el contenido de los informes que enviaban a Washington.

El hecho de que el Gobierno de Yemen estuviera dispuesto a cargar con los muertos de las bombas estadounidenses, atribuyéndoselas como propias, o que países como Arabia Saudí, Bahrein o Líbano implorasen a Washington que atacase a Irán antes de que se hiciera con armas nucleares. «Ahmadineyad es Hitler», dijo el príncipe Mohamed bin Zayed en Abu Dhabi, según uno de los cables. «Cortad la cabeza de la serpiente», pidió el rey saudí Abdulá. Irak no era necesario, pero Irán sí lo es», apeló el líder libanés Saad Hariri.

Devolver la confianza

Por eso Clinton insistió ayer en que «estas filtraciones no son solo un ataque a la política exterior de Estados Unidos, sino un ataque a la comunidad internacional, las alianzas, las sociedades, las conversaciones y las negociaciones que salvaguardan la seguridad global y avanzan la prosperidad económica». Su principal objetivo, admitió, es devolver ahora la confianza a sus socios de todo el mundo para que puedan seguir manteniendo conversaciones «sinceras» sin temor a que mañana otra filtración les deje desnudos.

Para ello lo primero que ha hecho EE UU es asegurar a todos sus aliados que perseguirá a los culpables, algo de lo que se está ocupando el fiscal general Eric Holder, que ayer anunció «una investigación criminal activa». Lo siguiente es trabajo del Pentágono, cuyo portavoz, Bryan Whitman, recordó las medidas para limitar el uso de ordenadores y material clasificado que ya puso en marcha a partir de las filtraciones sobre Irak y Afganistán con las que previamente Wikileaks sacudió al mundo. A partir de ahora los empleados de las dieciséis agencias de inteligencia tendrán un acceso limitado a la información precisa que necesiten y serán observados con sistemas de detección de fraude similar al que usan las compañías de tarjetas de crédito.

Clinton fue tajante al defender a los funcionarios expuestos, que según ella «sólo estaban haciendo el trabajo que se espera de ellos», recalcó. Para la secretaria de Estado, «todas las profesiones, no sólo la diplomacia» dependen de lo que aprenden de conversaciones «privadas y honestas», por lo que planea defender su mantenimiento.

Wikileaks no tiene intención de detener su andanada de filtración de documentos secretos. La web fundada por Julian Assange ha prometido que las publicaciones continuarán hasta bien entrado 2011, según su portavoz Kristinn Hrafnsson. «Creo que veremos nuevos informes en los próximos días y bastantes más durante semanas y posiblemente meses», añadió.

Al parecer, el objetivo de Wikileaks es centrarse en un futuro no muy lejano con sus filtraciones en regiones específicas en las que web busca alcanzar alianzas con medios locales. Respecto a las reacción del Gobierno estadounidense, Hrafnsson señaló que había sido «exagerada» y que las declaraciones de que los documentos publicados ponen en riesgo la vida de muchas personas no son creíbles. También aseguró que los líderes de otros países no han demostrado un rechazo tan fuerte como Washington y destacó que más allá de los círculos gubernamentales, «los medios han dado la bienvenida a estas revelaciones sobre el funcionamiento interno del Departamento de Estado».

La filtración del domingo apenas alcanzan los 220 mensajes de diplomáticos de los 250.000 a los que ha tenido acceso el portal de Internet.