Sociedad

EL RUIBAL MÁS SOLEMNE

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Los 'sueños' de Ruibal se cumplieron. El riesgo era alto, convencer a su público, el de su tierra, de dejar a un lado su faceta aflamencada, bohemia, canalla, chirigotera, festiva, y dejarse seducir por un halo de solemnidad insólito en su trayectoria, tan cercana a la vertiente más popular de la música. Pero pasó la prueba en su querido Teatro Falla. Su público escuchó, se emocionó, y paladeó cada giro de voz, cada nota arrancada de las cuerdas de un violín, rescatada de un dicharachero clarinete, todas ellas imprimidas con maestría según las directrices de la batuta de Oliver Díaz.

El músico portuense, vestido de blanco, para destacar entre el resto de músicos, todos de un pulcro y elegante negro, acorde con el espectáculo que se sucedería durante una hora y media. Hubo canciones nuevas, temas más recientes, otros eternos y los ya himnos de un artista que sigue enfrentándose a nuevos retos. También hubo reivindicaciones y palabras de solidaridad hacia el pueblo saharaui de un músico muy cercano a los sonidos y la cultura del otro lado del Estrecho. 'El naúfrago del Sáhara', 'Por la puerta de Elvira' adquirieron una nueva dimensión gracias a la excelencia de la Orquesta de Córdoba. Magníficos los ritmos árabes conseguidos por el conjunto de cuerda, que trasportaban a la audiencia a una de esas 'Mil y una noches'.

Javier Ruibal, el auténtico protagonista, se hizo a un lado en multitud de ocasiones para que los focos apuntaran a un conjunto de gran calidad, brillantes intérpretes que han sacado a relucir nuevo matices en las canciones, ya clásicas, de un gran compositor.

El sueño se cumplió, aunque la prueba de fuego ya la tuvo Ruibal el pasado julio en el Festival de la Guitarra de Córdoba, donde estrenó este nuevo espectáculo, que tendrá como fruto un disco en directo que verá la luz en los próximos meses. La experiencia 'clásica' del autor de 'Lo que me dice tu boca' se saldó con un triunfo, pese a que la audiencia demandaba algunos bises, acostumbradas al registro habitual del autor, que tuvo a sus seguidores esperando, ya encendidas las luces, a que saliera y regalara alguna joya extra.

Pese al desconcierto final, Ruibal supo quitar algo de solemnidad al recital y, antes de despedirse, se colgó su guitarra al hombro y regaló a sus fans su himno del Cádiz C. F., una canción más próxima a su estilo popular y desenfadado. Un tema simpático que arrancó carcajadas y aplausos y que permitió a los presentes relajarse, aflojarse la corbata y entregarse a los ritmos de inspiración carnavalera. Una canción que, desgraciadamente, no ha sido seleccionada para recordar los cien años del club de fútbol, pero que ya forma parte del repertorio de un artista muy querido en su tierra.