Marines surcoreanos queman imágenes de Kim Jong-Il y de su sucesor, Kim Jong-Un, durante una protesta en Seúl. :: AP
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Pyongyang promete más ataques

El régimen estalinista dice que las maniobras aliadas conducen a la guerra, mientras los militares surcoreanos piden venganza

SEÚL. Actualizado: Guardar
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Corea del Norte lamentó ayer la muerte de civiles en su ataque a la isla de Yeonpyeong. Pero en el Sur la ira contra su vecino y enemigo es tal que contestaron a la disculpa de Pyongyang con la quema de imágenes del dictador Kim Jong-Il y su sucesor e hijo menor, Kim Jong-Un. La indignación incluso aumentó en varios grados durante la celebración del funeral por las dos soldados que perecieron en el bombardeo del martes.

«Si las muertes de civiles es cierta es muy lamentable, pero el enemigo debería ser responsable del incidente por la acción de crear escudos humanos con el despliegue de inocentes alrededor de posiciones de artillería y dentro de instalaciones militares». El comunicado de la agencia oficial norcoreana KCNA no deja lugar a dudas: la culpa de la muerte de civiles es del que recibió los disparos, no del que los realizó. Típica forma de expresarse del régimen estalinista, que no dejó pasar la ocasión de volver a echar la culpa a Estados Unidos de todo lo que sucede en la región.

Los militares surcoreanos fueron los que más llamaron a la acción bélica durante las exequias de sus dos compañeros. El comandante del cuerpo de Marines, teniente general Yoo Nak Joon, prometió emprender una venganza «mil veces mayor» contra Corea del Norte que el ataque contra Yeonpyeong. «Todos los marines, incluidos los que están en servicio y en la reserva, vengarán a los dos compañeros a cualquier coste, manteniendo en mente la ira y hostilidad de hoy [por ayer]», declaró Yoo en los actos funerarios. Pero no se quedó ahí, sino que añadió que «pondremos nuestros sentimientos de rabia y rencor en nuestros huesos y nos vengaremos de los norcoreanos».

Tensión creciente

Pero mientras el luto envolvía a la población surcoreana, la tensión no deja de aumentar. El temor se mezcla con la expectación sobre la presumible respuesta del régimen que dirige el Querido Líder una vez que se inicien hoy las maniobras navales conjuntas de la Armada de Seúl y la VII Flota estadounidense. El desafío norcoreano está a punto de obtener respuesta. El mar Amarillo será el punto de mira mundial. El refuerzo del portaaviones atómico 'USS George Washington' y cuatro destructores incrementa aún más la apuesta contra Pyongyang. Los ejercicios durarán hasta el miércoles y nadie se atreve a augurar qué pasará en estos días. La demostración naval ha provocado también los recelos de China, apoyo del régimen norcoreano, pero al que tampoco quiere sacar la cara después de los continuos retos de Kim Jong-Il para evitar enemistarse con el resto de la comunidad internacional. Pues bien, ayer Pekín volvió a expresar su preocupación por estos ejercicios que cree que no contribuyen a reducir la tensión en la zona, mientras que Washington presiona al gigante asiático para que deje de proteger a Pyongyang. Pese a que el despliegue tendrá lugar en las cercanías de la ciudad de Taean, una zona del mar Amarillo relativamente alejada de la isla de Yeonpyeong, Corea del Norte ya ha advertido que las maniobras conducen a la guerra y no descarta llevar a cabo nuevos bombardeos.

El comando de las fuerzas del Pentágono en Corea del Sur, del que dependen los 28.500 soldados estadounidenses desplegados de manera permanente en el país asiático, expresó que las maniobras tienen «naturaleza defensiva». En cambio, la Junta de Estado Mayor Conjunto de Seúl precisó que los ejercicios implicarán el uso intenso de fuego real, aunque las embarcaciones no se dirigirán hacia el norte, cerca de la inestable frontera marítima.

El Ejército surcoreano vigila las actividades militares del Norte en la costa y ha detectado que las baterías artilleras del régimen comunista se mantienen en una postura lista para el combate. El Ministerio de Asuntos Exteriores chino destacó su preocupación por la situación en la península y pidió «calma y moderación» a las dos Coreas, mientras que advirtió de que se opone a «cualquier operación militar sin permiso en su zona económica exclusiva».

Dictador incontrolable

Estados Unidos, a través de su jefe del Estado Mayor Conjunto, Mike Mullen, contestó que Pekín debe concentrarse en los «puntos débiles» de su aliado y dejar de pensar que Kim Jong-Il es «controlable». Corea del Sur y EE UU indicaron a las autoridades chinas que no deben preocuparse por las maniobras y sí evitar que el régimen estalinista repita un ataque como el del pasado martes, el más grave sobre el territorio surcoreano y su población civil desde el fin de la guerra desarrollada entre 1950 y 1953.

El presidente surcoreano, Lee Myung-Bak, celebró ayer una reunión de seguridad para estudiar contramedidas conjuntas y coordinadas ante una posible provocación del Norte durante las maniobras. En pleno empeoramiento de las relaciones entre los dos países vecinos, la agencia Yonhap reveló que Seúl baraja la posibilidad de volver a considerar a Pyongyang su «principal enemigo» en la próxima publicación de su libro blanco de defensa, algo inédito desde hace seis al menos años.