Haití se juega su futuro en las urnas
LA HABANA. Actualizado: GuardarLas autoridades electorales haitianas hicieron oídos sordos a quienes pedían posponer las elecciones que este domingo convocan a 4,7 millones de electores a una crucial jornada electoral. Los votantes que venzan la pereza y la desilusión marcarán la ruta de la que dependerá el futuro del país más empobrecido del continente americano. Están en juego la presidencia, el Congreso y parte del Senado, pero según las encuestas será necesaria una segunda vuelta para conocer al sustituto del presidente René Preval. De ahí que, seguramente, habrá que volver a votar el 16 de enero.
Dieciocho candidatos aspiran, y prometen, arreglar la sombría situación nacional en los carteles pegados en muros y postes. También en mensajes de texto enviados por teléfono móvil y desde las redes sociales. La favorita, con un 36%, es Myrlande Hyppolite Manigat, de 70 años y ex primera dama haitiana, una mujer que concita el consenso y aglutina a los escépticos de los políticos tradicionales. Le sigue el aspirante oficialista, Jude Célestin, de 48 años, con el 20,1% de apoyos. Por detrás se sitúan Joseph Michel Martelly y Jean-Henry Céant con 14,2 y 9,2 %, respectivamente.
Solo cuatro candidatos se opusieron a la opinión generalizada, y apoyada por la comunidad internacional, de celebrar los comicios para garantizar la estabilidad. El 2010 ha sido el 'annus horribilis' de Haití. El año se despide con la imparable epidemia de cólera que, según datos oficiales, se ha cobrado hasta el momento casi 1.500 vidas. También empezó muy mal. El 12 de enero, el mayor terremoto en la historia del país mató a 250.000 personas.
La estela de muertes se acrecentó con las inundaciones y desprendimientos de tierra causados por el huracán Tomás. Su paso a comienzos de noviembre aceleró la propagación del cólera, aparecido a mediados de octubre. Los expertos apuntan que la bacteria infectará a entre 200.000 y 400.000 personas y tardará años en ser erradicada.
Malos hábitos higiénicos
No se puede dejar de lado el goteo constante de personas que fallecen diariamente a causa de los malos hábitos higiénicos y las pésimas condiciones de salubridad. La deforestación y la tala de árboles para tener madera para cocinar ha convertido a la «perla de Las Antillas» en un desértico basurero con pequeños oasis donde viven un porcentaje minoritario y rico de los 9 millones de habitantes.
A la destrucción se suman problemas esenciales como el analfabetismo y la pobreza extrema que sufre más del 53% de la población, así como cuidar de un millón de enfermos de VIH -uno de cada diez- en una nación donde la esperanza de vida es de 47 años para los hombres y 51 para las mujeres. Se da la circunstancia de que el 60 % del censo electoral tiene familiares en el extranjero y recibe remesas según el Banco Mundial. Los envíos representan el 15,4% del producto interior bruto (PIB) del país, cifrado en 2009 en 6.908 millones de dólares (5.218 millones de euros).
Otros problemas más focalizados han sido las denuncias del director del registro electoral nacional, Philippe RJ Augustin, de que había «fraudes por todas partes». Augustin afirmó no estar seguro de que «los 33.000 miembros de las mesas electorales sean íntegros en un país tan pobre».