CATALUÑA, PRIMER TEST DE ESTRÉS PARA LA IZQUIERDA
Los votantes progresistas se sienten desanimados por las disputas internas de la alianza gubernamental que forjó Montilla en 2006, pero también por el plan de ajuste de Zapatero
Actualizado: GuardarLas fuerzas de izquierda se enfrentan hoy en Cataluña a su primer test de estrés. Luego vendrán las municipales de mayo y las generales de 2012. Comprobarán cuán fiel es su electorado después de haber soportado tensiones en dos frentes. En el plano nacional, los votantes progresistas tendrán oportunidad de dar su parecer sobre el plan de ajuste y las políticas anticrisis del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero; y en el ámbito catalán, darán su veredicto sobre la experiencia del tripartito. En ambos casos las perspectivas son malas para los socialistas, pero también para Esquerra Republicana, y en menor medida para Iniciativa per Catalunya, la coalición en que se encuadra Izquierda Unida.
La crisis ha pasado factura electoral a las fuerzas gobernantes en toda Europa, con la excepción del Pasok griego en las recientes municipales. Han pagado todas, fueran de izquierda o de derecha. España y Cataluña no parece que vayan a ser la excepción; es más en ambos casos el varapalo puede adquirir tintes de debacle. El primer examen lo van a pasar este domingo los partidos de la izquierda catalana.
Los electores progresistas acuden a las urnas, los que acudan, con un debe abultado y un haber magro. En el debe tienen una reforma laboral que, según los expertos, sindicatos y empresarios, abarata el despido; una congelación de las pensiones; un recorte de salarios para los funcionarios; una reforma de las pensiones en ciernes; una gestión tibia del desalojo del campamento saharaui de El Aaiún, y el rosario aún tiene más cuentas. Es decir, con muchas de las banderas tradicionales de la izquierda por los suelos.
Pero también hay cosas, subrayan en el PSOE a la desesperada, de las que enorgullecerse y citan la gestión de la crisis que, a diferencia de lo ocurrido en otros países, no ha recortado el gasto social ni ha recurrido a los despidos en el sector público; la aprobación de leyes de perfil progresista, como la del aborto, tampoco se ha frenado. Pero es un escaso bagaje para acudir a votar a la izquierda en Cataluña, admiten los propios socialistas.
A este escenario poco halagüeño se suman las particularidades propias del tripartito que ha sustentado el Gobierno de la Generalitat desde 2003. Una experiencia que no ha satisfecho ni a unos ni a otros. Al PSC porque le ha añadido varias capas de nacionalismo al barniz catalanista que ya tenía y que aleja de las urnas a sus votantes más españolistas en las convocatorias autonómicas. A Esquerra Republicana porque su perfil independentista se ha desdibujado en el Ejecutivo de Montilla hasta adquirir ribetes de sano autonomismo.
Tropezón mayúsculo
Yendo a lo concreto. Aunque las encuestas dicen que la mayoría de los catalanes se declara de izquierda, las formaciones progresistas pueden obtener hoy el peor resultado de su historia. Los estudios demoscópicos hablan de tropezón mayúsculo tanto del PSC como de Esquerra Republicana. El problema que tienen ambas fuerzas políticas es la desmovilización del electorado y la huida de una parte de sus votantes por la desafección que ha generado el tripartito. «No han sabido explicar a su electorado las políticas que han puesto en marcha. Lo único que le ha llegado a la gente es un Gobierno en permanente tensión y conflicto entre unos y otros», afirma Ismael Blanco, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Pompeu Fabra. Se refiere a lo que Felipe González llamó «ruido» del tripartito y José Montilla «cuatro años de los líos». «Y eso genera desapego y desafección en su electorado», añade Blanco.
Según el profesor de la Pompeu Fabra, el 50% de abstención prevista para estas elecciones afectará sobre todo a las fuerzas de izquierda, no tanto a Iniciativa per Catalunya, el socio menor de la alianza, que puede mantener su representación. Serán, dice, víctimas del tripartito, que sobre todo ha generado «agotamiento» en la gente.
Ramón Ribera, profesor de la Universitat Oberta de Catalunya, apunta una segunda causa por la que los potenciales votantes de izquierdas se quedarán en casa. «Las respuestas que se están dando a la crisis, que son bastante de derechas», señala. Y eso, apunta Ismael Blanco, «genera perplejidad y desmovilización entre los socialistas». Pero es algo que ocurre en toda Europa, hay una tendencia de cambio al centro derecha, según Ribera, que cree además que la frustración que ha generado todo el proceso del 'Estatut' y su posterior recorte por la sentencia del Tribunal Constitucional tras un eterno proceso deliberativo también provoca una gran pasividad política. «Sobre todo entre la gente que no va a votar a la derecha, pero que se quedará en casa», dice.
En lo que coinciden todas las encuestas es en que el Partit dels Socialistes de Catalunya puede dejarse entre cuatro y nueve de los 37 diputados que tiene en la actualidad y podría quedarse en la mitad de parlamentarios que alcance CiU. El PSC, que ha ganado todas las elecciones generales en Cataluña, pero ha perdido siempre las catalanas, jamás ha conseguido que centenares de miles de ciudadanos que votan al PSOE lo hagan al PSC en las autonómicas. Es su asignatura pendiente y en esta ocasión lo tiene mucho más complicado tras siete años de coalición con un partido independentista como Esquerra.
En constante disputa entre sus dos almas, la catalanista y la españolista, durante sus cuatro años al frente de la Generalitat, Montilla ha descuidado su flanco menos conciliador con el nacionalismo, el que encabezan Celestino Corbacho, Carme Chacón y José Zaragoza, y ha dado más cancha al catalanista, el de Antoni Castells, Montserrat Tura o Ernest Maragall. El primer secretario del PSC ha sorprendido a propios y extraños por dirigir un Gobierno que por momentos rozaba los postulados más soberanistas.
Tensar la cuerda
La gran crítica que ha tenido que aguantar el presidente de la Generalitat durante la última legislatura es que gobernaba al dictado de Esquerra. Incluso durante la negociación del nuevo sistema de financiación y en el proceso de aprobación del 'Estatut' se permitió el lujo de tensar la cuerda hasta el límite en sus relaciones con el Gobierno de Zapatero y el PSOE.
Montilla reniega ahora del tripartito, una forma de negarse a sí mismo, pues hace cuatro años impuso esa fórmula de gobierno en contra de la opinión de Zapatero y de la dirección del PSOE. Ahora, en plena campaña electoral, ha hecho un intento a la desesperada de reconciliar al PSC con el votante tradicional del PSOE, pero parece que ya es tarde. «El PSC no puede renunciar a las dos almas y se tiene que mover en los dos campos y eso siempre es difícil», señala el profesor Blanco.
A Esquerra Republicana le puede ocurrir tres cuartos de lo mismo. «Va a experimentar una fuerte caída porque es víctima de sus propias contradicciones», apunta el profesor de la Universidad Pompeu Fabra. Se habla de una pérdida de seis a doce de los 21 diputados que tiene ahora. Por un lado, es un partido de izquierdas, pero también es independentista, y esa dualidad causa conflictos internos y hasta de liderazgo: no hay más que recordar el enfrentamiento entre Joan Puigcercós y Josep Lluis Carod-Rovira, del que salió victorioso el primero. Carod, que lo fue todo en Esquerra, quedó orillado, pero espera en la retaguardia el momento en el que su rival y compañero se estrelle para volver. «Todo eso ERC no ha podido revertirlo en la campaña», dice Blanco.
Al contrario, ha hecho una apuesta por el independentismo, lo que puede suponerle una sangría de votos por su lado más progresista. ERC, que ha pagado la política pactista y colaboracionista, tanto en Madrid como en Barcelona, está ahora en su versión más radical, ya que teme que Joan Laporta (SI) o Joan Carretero (Reagrupament) puedan comerle la tostada del votante independentista. «Es el problema que tienen los partidos con doble identidad: cualquier decisión que toman a la hora de apoyar un gobierno u otro acaba teniendo costes electorales», concluye Blanco.