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El éxito de los vídeos X

Antes o después, todo lo ensayado en el laboratorio catalán de tendencias acabará por generalizarse

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Extrañamente los vídeos electorales de Cataluña han provocado un aluvión de análisis pasmados como si de repente allí se hubiesen vuelto rematadamente locos, lanzándose a exhibir orgasmos paranoicos en público, a disparar como psicópatas contra los inmigrantes, o a gritar sin motivo ¡al ladrón, al ladrón! con victimismo de maníacos. Y sin embargo esto de los vídeos no parece un ataque de locura transitoria o un desplome moral repentino, sino en todo caso un espejo indiscreto de la política catalana, donde el 'seny' solo es un viejo fetiche retórico. Es difícil imaginar por qué resultan tan escandalosos esos clips en un lugar donde el partido ganador presume en sus listas de candidatos marcados por la corrupción, donde los pactos electorales se plantean como subastas en un mercado persa, donde la superestructura impone la legislatura sofocante del 'Estatut' a una población con problemas reales, donde no se puede estudiar en la lengua oficial del país, donde apenas el 30% se declara nacionalista pero la mayoría cree que conviene votar nacionalista, donde se forma una coalición de gobierno entre partidos con programas contradictorios. Los vídeos serían, en el peor de los casos, la expresión coherente de una manera de entender la política.

La perplejidad por estos vídeos electoralistas seguramente parte de una premisa clásica: la política es demasiado seria como para reducirla a esas caricaturas ridículas. Tal vez falle la premisa y la política no sea algo tan serio, o tal vez esas caricaturas ya no sean tan ridículas. El marketing electoral, sobre modelos 'made in USA', está redefiniendo la propaganda a la medida del 'homo videns' al que le resbalan los discursos tradicionales (de hecho los mítines ya solo se hacen por salir medio minuto en el telediario) y para la generación de 'youtube' familiarizada con el lenguaje explícito del sexo o la violencia, y cautivada por el espectáculo friki, incluso Carmen de Mairena. De hecho estos vídeos, como los antecedentes del PSOE y el PP, suelen hacerlos las Juventudes de los partidos, esos viveros de semillas contaminadas por la pedagogía de la supervivencia darwiniana para decantar futuros políticos profesionales sin escrúpulos. Pero es un error creer que estos vídeos de sexo entre Bilitis y Boris Vian o de violencia gratuita al estilo Sam Peckinpah se deben al 'hecho diferencial' de Cataluña; porque antes o después todo lo ensayado en el laboratorio catalán de tendencias acabará por generalizarse a lo largo del país. Entretanto, más allá de la contrición hipócrita, los vídeos van a marcarse como único éxito de comunicación de esta campaña llena de emoción pero solo por el Barça-Madrid.