Sexo, mentiras y vídeo
El vértice del erotismo reside en la ocultación mientras que el apogeo de la política se asienta en la transparencia
Actualizado: GuardarUna cámara de mano recorre el interior de un apartamento a media luz registrando planos de ropa interior femenina, probablemente comprada en 'Intimisimi', zapatos de tacón de aguja, una heladera con su botella de cava rezumando gotas de hielo tentador y, finalmente, una cama desecha. La música ambiental es la repetición del estribillo de 'Je t'aime, moi non plus'. Al final del travelling espera Montserrat Nebrera, candidata de Alternativa de Govern por Barcelona a las elecciones catalanas. Posa hierática con el pelo seco y una toalla a la cinematográfica manera de salir del baño. Con la misma actitud impasible de una lección de derecho constitucional la recatada profesora y candidata desgrana en veinte segundos su programa electoral. Ni el mínimo rastro del supuesto calentón que sugería el vídeo. Al contrario. Nebrera llama a la austeridad, a la igualdad de oportunidades, a la lucha contra la corrupción con gesto serio y trascendente.
El vídeo presuntamente electoral saltó las fronteras de la red y aterrizó en los informativos de las grandes cadenas concediendo a la modosa candidata unos minutos de gloria mediática. Pero atizó los peores instintos de muchos internautas que dispararon fuego graneado contra una respetable madre de familia catedrática de derecho constitucional y persona de orden moral. Es un ejemplo acabado de los estragos que puede causar un equipo de campaña que exasperado por lanzar a su candidato acaba recurriendo a reclamos desenfrenados para provocar la atención del público. Ya lo decía Maquiavelo: «Es indispensable saber disfrazar bien las cosas y ser maestro en fingimiento, pues los hombres son cándidos y tan sumisos a las necesidades del momento que quien engañe encontrará siempre quien se deje engañar».
Ahí está el origen de la propaganda política que con el tiempo ha derivado en publicidad pura y dura logrando superar, a costa de reinventarse, la tendencia al desinterés de los ciudadanos atareados en sus cosas. Pero la banalización extrema del hecho político constituye un alto precio a pagar por la fusión de lo moral y la superchería, de lo trascendente y lo fingido. En un territorio electoral como Cataluña, donde más del 70% de los votantes aún no sabe si se acercará a las urnas, donde el voto en blanco supera la media sociológica nacional convertir el acto de votar en un orgasmo, puede ser una gran idea o la última gota del vaso de la apatía. Nebrera, excitada por el tráfico en su blog, un poco superada por su incursión en un terreno desconocido y preocupada por los efectos colaterales más que por los electorales, se justificaba horas después: «pero si no enseño nada.». Olvidaba la ilustre profesora que el vértice del erotismo reside precisamente en la ocultación mientras que el apogeo de la política reside en la transparencia.