¿POR QUÉ ESPAÑA NO CONDENA A MARRUECOS?
La imprescindible colaboración de Rabat en la lucha contra el terrorismo 'yihadista' motiva la cautelosa respuesta del Gobierno a los incidentes en El Aaiún
Actualizado: GuardarSi no fuera por los marroquíes habríamos tenido otro 11-M». El comentario es de un muy alto cargo y da respuesta a una pregunta que en los últimos días ha ido de boca en boca. ¿Por qué España no condena a Marruecos por la represión a los saharauis? Hay razones de distinta índole, entre ellas las geopolíticas y migratorias, pero sobre todo una, la seguridad. En la balanza de intereses del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero pesa más, mucho más, la amistad con Rabat por los servicios que presta a la seguridad nacional que los afectos nostálgicos hacia los saharauis y el Frente Polisario.
España alberga dos temores allende el Estrecho, uno fundado y otro en ciernes. El terrorismo de las células islamistas radicales está ahí, y Marruecos desde 2004, tras los atentados del 11-M, en los que nueve de sus autores procedían del país vecino, colabora a plena satisfacción con las fuerzas de seguridad españolas para alertar de los movimientos sospechosos. La amenaza aún no concretada y discutida por los expertos es la penetración de Al-Qaida entre los saharauis, de ahí los nulos esfuerzos del Gobierno por impulsar un Sáhara independiente que podría convertirse en un estado fallido en manos de los fundamentalistas.
Este tablero de riesgos e intereses explica en cierto modo la cautelosa, timorata para muchos, reacción gubernamental ante los sucesos del El Aaiún. Unos hechos que se han convertido en un dolor de cabeza para el Gobierno por la simbología que encierra para los socialistas todo lo que tenga que ver con la ex colonia y que hubieran deseado una reacción más enérgica. Por eso, el martes por la noche, Alfredo Pérez Rubalcaba respiró aliviado. El vicepresidente había 'salvado los muebles' tras una de las situaciones más incómodas de los últimos años: entrevistarse con el ministro del Interior de Marruecos, Taieb Cherkaoui, una semana después de los incidentes. La consigna era nadar y guardar la ropa. Con una opinión pública en contra de Rabat y entre la que crecen las simpatías a la causa saharaui, Rubalcaba salvó la cara ante Marruecos, pero dejó sembrada otra pregunta. ¿Por qué esa política de continua contemporización con Rabat? Hay «poderosas razones de Estado», argumentan desde Interior, Exteriores y Defensa.
'Bestia negra'
Esa razón de Estado tiene cuatro letras y se llama AQMI, Al-Qaida en el Magreb Islámico. La 'bestia negra' del régimen de Mohamed VI y la gran preocupación de Rubalcaba, quien no se cansa de decir a quien quiera escucharle que la mayor amenaza para la seguridad en España en los próximos años no será ETA ni las bandas de crimen organizado. Será el 'yihadismo' del norte de África. Y Rabat, y Cherkaoui, aunque no solo él, están volcados en ayudar a España a combatir ese «enemigo común».
Altos responsables de Exteriores e Interior coinciden en que Marruecos lleva seis años colaborando, cada vez con menos pegas, con los servicios de información españoles para impedir que el salafismo se cuele al país vecino desde Argelia y Mauritania y desde suelo marroquí dé el salto a esta orilla del estrecho. Madrid y Rabat, es cierto, hablan del éxito de haber frenado las avalanchas de inmigrantes en patera -las llegadas se han reducido a menos de 7.300 en 2009 frente a las casi 40.000 de 2006-, de los intentos conjuntos para atajar el tráfico de nuevas drogas (ya no solo hachís), de la situación en el Sáhara, pero también hablan, y sobre todo, de los problemas de seguridad que para los dos países supone la expansión de la franquicia de Al-Qaida en el norte de África. Lo que en el caso de Marruecos automáticamente equivale a afirmar que tiene pruebas de movimientos del AQMI en lo que denominan sus «provincias meridionales».
Los responsables de la seguridad del Estado insisten no obstante que ningún informe oficial vincula «ni de lejos» al Polisario con Al-Qaida, como se empeña en relacionar Rabat, que incluso ve la mano del AQMI tras los disturbios de El Aaiún. Ni siquiera hay datos que avalen que haya células 'yihadistas' en algún punto del Sáhara Occidental, aunque sí en Mauritania.
Esta semana, el coordinador del Departamento de Estado norteamericano para la lucha antiterrorista, Daniel Benjamin, confirmó que no hay indicios de Al-Qaida se haya infiltrado en el Sáhara y que tampoco la expansión en esa zona sea una prioridad para los terroristas. El pasado octubre, un informe del Grupo de Estudios Estratégicos firmado por Carlos Ruiz Miguel, uno de los mayores expertos en la ex colonia, insistía en que el AQMI solo se mueve en Argelia y el Sahel (la franja sur del desierto africano) y que el Sáhara Occidental queda fuera de esa órbita.
Pero los informes que se acumulan en los archivos del Gobierno desde hace un par de años apuntan en un mismo sentido: la pobreza y la represión empujan cada vez más a los grupos de saharauis desafectos de la causa del Polisario a simpatizar con el salafismo. Y el temor de España es que lo que todavía no es más propaganda del país vecino para desacreditar la lucha del pueblo saharaui termine por convertirse en una realidad a corto plazo.
Estos últimos días, encima de la mesa de varios de los especialistas antiterroristas está un artículo del periodista del 'New York Post' Richard Miniter, otra voz reconocida sobre el Sáhara, que sostiene que hasta 56 mandos y soldados del Polisario se han pasado a AQMI y cada vez son más los jóvenes que, hastiados de la falta del éxito en la lucha independentista, abrazan el salafismo. O dicho de otro modo, dan el 'sí' a enrolarse para ganarse la vida en los grupos de narcotraficantes y secuestradores de Mokhtar Belmokthar, el argelino que dirige el AQMI en el Sahel occidental.
Amenaza concreta
A esta confusa situación se suma el hecho de que la amenaza se ha convertido en concreta en estos últimos meses. En octubre Rabat dio cuenta de la desarticulación de dos células terroristas en su territorio. Una de ellas llevaba el nombre de «Frente del Yihad Saharaui». «Esta vez no era propaganda marroquí», acepta uno de los responsables de Información españoles. A ello se une la eclosión desde el verano de vídeos 'yihadistas' en la red con la habitual puesta en escena de Al-Qaida y que llaman a la guerra santa para defender el Sáhara y atacar a Marruecos.
Con todo esto en ebullición en la trastienda, Zapatero capea como puede la revuelta de sus votantes, que no comprenden la actitud del presidente. Pero en realidad, no hay nada realmente nuevo en su posición sobre el Sáhara. El jefe del Ejecutivo siempre tuvo claro que haría de las relaciones con Marruecos una de las prioridades de su mandato y desde el inicio mostró una postura más cercana a la mantenida por Francia que a la defendida durante los gobiernos de José María Aznar. Ahora, el Ejecutivo sigue mirando de reojo la posición de París antes de mover ficha. En el Gobierno defienden que no cabe hacer otra cosa y que ante sucesos como los de El Aaiún habría sido inútil abanderar la condena a Marruecos porque España se habría quedado sola.
La comunidad internacional hace tiempo que se ha desentendido del conflicto. Estados Unidos, que tiene a los marroquíes como socios privilegiados, defiende una solución basada en la autonomía de la ex colonia, si es que defiende algo, porque tampoco Barack Obama se ha mostrado preocupado por este asunto, y Francia, como miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU habría 'tumbado' cualquier iniciativa.
Es un modo de explicar por qué el Gobierno ha tenido una reacción tan alejada de la que habrían deseado sus simpatizantes y buena parte de la sociedad española -muy «sensibilizada», como admiten en la propia dirección del PSOE, con la causa saharaui-. Pero no es la razón de fondo. El problema, según admiten algunos socialistas, es que el Ejecutivo no ha sabido hacer pedagogia para que su posición estratégica cale en el partido y en el país. Es solo cuando se produce una crisis como la actual -o como la provocada por la expulsión de Aminatu Haidar o hay incidente fronterizos en Melilla- cuando enseña sus cartas y pretende ofrecer razones que el corazón de los españoles no entiende.