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El precio del rescate

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Todos conocemos a alguien que debe su felicidad a haberse negado a pagar el precio que exigían los secuestradores por devolverle a su mujer. Los chantajistas exigen un sistema escrupuloso de pesas y medidas. No se trata únicamente de no confundir el valor con el precio, sino de acertar con la justa valoración de algo, ya que hay cosas que no aceptan eso de 'según el mercado'. Los chantajistas lo tienen muy difícil en el ámbito privado y por eso los empleos que aún no han sido afectados por la crisis son los de guardaespaldas y los de vigilantes de residencias privadas. La mayoría de los que en otros tiempos trabajaban en los pasos a nivel han encontrado trabajo en esas ciudades, a discreta distancia de la ciudad, donde han logrado vivir sin convivir con nadie. Ahora ese fenómeno sociológico ha trascendido y ya no se habla de personas, sino de países. La UE presiona a Irlanda para que acepte un rescate de 100.000 millones. Parece que nos jugamos la supervivencia del euro, cuyo fracaso equivaldría al derrumbamiento colectivo.

Nadie puede conjeturar qué sucedería exactamente si pasara eso. Volver a las antiguas pesetas es algo que no solo no nos cabe en la cabeza, sino que no nos cabría en los bolsillos. El dinero siempre ha valido lo que a las personas decentes nos ha costado ganarlo.

¿Qué puede costar el rescate de Irlanda? Para tener un cálculo aproximado habría que saber lo que hay que pagar por Grecia y Portugal, pero sobre todo, cuánto hay que abonar por nuestro propio rescate. La globalización tiene estas cosas: siempre que se pinchan los globos suenan primero en los despachos. El ministro alemán de Hacienda, Wolfgang Schaeuble, que es una pieza clave en el desbaratado mecano europeo, alerta de que la eurozona vive una crisis de supervivencia. El hombre, que va en una silla de ruedas, no puede presumir de que nuestro futuro vaya en un mecanismo similar. Conviene acertar con la tarifa de los rescates.

No vayamos a pagar más de lo que valemos.