El último parte
Actualizado: GuardarEl presidente Obama, que ha pasado en un tiempo récord de ser la esperanza negra a concitar la repulsa de la gente de todos los colores políticos de su vasto y poderoso país, quiere que se cesen los combates en Afganistán a finales de 2014. ¡Cuán largo se lo fían a los soldados! Quizá por eso ellos no se fían de las promesas. Siempre hay muertos rezagados cuando se firma la paz y se anuncia, como en la novela de Remarque, que no hay novedad en el frente. Washington propondrá a la OTAN, que acoge siempre de manera favorable toda clase de proposiciones, una hoja de ruta para acabar con la guerra que se inició el célebre y luctuoso 11-S. Ya ha durado más que la de Vietnam. Se conoce que cada vez se hacen los conflictos bélicos con materiales más resistentes o bien que se relevan con mayor celeridad. ¿Cuántos muertos que momentos antes rebosaban salud se pueden producir en cuatro años? Los grandes estrategas hacen cálculos aproximados. Napoleón decía que en las guerras mueren siempre los mismos, pero desgraciadamente llevan nombres distintos todos. Incluso el Soldado Desconocido varía el hueco en cada monumento.
Funcionan de otra manera los relojes en tiempo de guerra. Cualquier minuto puede ser el último. Basta con que el soldado de en frente, en vez de morir por su patria, prefiera que muera por la suya el que está al otro lado. Un poeta que hizo la guerra española, aunque mejor sería decir que se la dieron hecha, escribió un apunte, «trivialmente impresionante»: «Aquel cadáver tenía en la muñeca un reloj que marchaba todavía». Era la época en que aún no se habían inventado los relojes de cuarzo. Del mismo modo que ahora todavía no se ha inventado la paz.
Los mariscales de campo y de camposanto hacen conjeturas. ¿Cuántos bruscos difuntos recibirán honores militares hasta que se firme el último parte de guerra en 2014 en Afganistán? Tampoco Obama lo sabe. Los contables están en el Pentágono.