Opinion

¿Somos cerdos?

Hace apenas dos años, Zapatero presumía en Nueva York de que su objetivo, tras superar a Italia, era Francia

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Un eurofuncionario británico tuvo hace años la ocurrencia de identificar a los cuatro países hiperdeficitarios -Portugal, Ireland, Greece y Spain- por sus letras iniciales: PIGS. A nadie se le escapaba, incluso con el nivel de inglés del español medio, que ese acrónimo significaba 'cerdos'. Así, aquellos países que ensuciaban constantemente las estadísticas comunitarias acabaron unificados como 'los pigs'. Otras veces Ireland era Italy, pero seguían siendo PIGS, en ese caso 'los cerdos del sur' en lugar de 'los cerdos del déficit'. Aquella cruel ocurrencia típicamente británica hirió algunos orgullos -en su descargo, hay otras siglas lacerantes que incluyen a la propia Inglaterra, como SWINE, otro modo de decir cerdo- pero realmente esos cuatro países figuraban una y otra vez como un lastre para la UE. Todo acabó con el ciclo expansivo y la ampliación hacia el Este, pero ahora, tras la burbuja financiera y la orgía del ladrillo, la crisis ha castigado la falta de rigor y de coraje político resucitando a 'los pigs'. Ha caído Grecia, está cayendo Irlanda, Portugal ha asumido que caerá y todas las miradas apuntan a España, cuyo déficit hace un año ya era carne de cañón. Como los negritos de Agatha Christie, caen uno tras otro. Quizá algún eurofuncionario no tardará en titular esta película como 'La caída del imperio marrano'.

España se resiste a ir en el paquete de los PIGS. 'No somos Grecia', clamaba el Gobierno meses atrás; ahora claman 'No somos Irlanda', pero la artillería del mercado apunta a Portugal y calibra a España. Aunque aún está lejos del abismo, ya se ve el abismo. Hace apenas dos años, Zapatero presumía en Nueva York que su objetivo, tras superar a Italia, era Francia; así que ahora debe de resultarle amargo el retorno a 'los pigs'. Pero esto le sucede a España no por la ocurrencia de aquel eurofuncionario sardónico, sino por errores propios. Cada gesto de debilidad, encarece la deuda. Y lo ocurrido con las pensiones, antes de la reforma laboral, va por ahí. En la UE ya se preparan para el rescate de España, a la que advierten que solo le queda una oportunidad: transmitir credibilidad. Ahí es nada. Si algo difícilmente puede ofrecer Zapatero ahora es eso. El presidente que decía 'esto no es una crisis' en plena crisis, o 'lo peor ya ha pasado' cuando tocaba lo peor, tiene problemas para asumir que la terapia no son palabras. Le sucede con la reforma laboral o el Sáhara, con el laicismo o el tijeretazo autonómico. Quizá aún cree que puede desafiar la realidad como el pintor René Magritte, que tituló su célebre cuadro de la pipa como 'esto no es una pipa'. Zapatero puede negarse a ser de los 'pigs', pero eso no cambia el vértigo real de la economía española.