Decepción. El piloto de Ferrari, Fernando Alonso, con gesto de tristeza tras perder el Mundial de Fórmula 1 en Abu Dhabi. :: AFP
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Alonso llora por primera vez

Lágrimas del español después del triunfo de Vettel, el campeón más joven de la historiaEl piloto de Ferrari lo tenía a punto de caramelo pero todo salió mal y el tercer Mundial tendrá que esperar un año más

ABU DHABI. Actualizado: Guardar
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La noche acabó entre lágrimas y el protagonista era Fernando Alonso. Tipo duro entre los duros, pieza granítica en el océano de tiburones de la Fórmula 1, y educado en el látigo que inspira este deporte desde todos los ángulos, Alonso lloró en esta ocasión. La primera vez en su vida que se derrumba así en un 'paddock'. Acusado de prepotente, soberbio y sin sentimientos, el español se pegó una enorme llorera en el campamento de Ferrari media hora después de que Vettel descorchase su júbilo adolescente por el desierto de Abu Dhabi. Alonso compartió su dolor con la gente de Ferrari, el equipo del que se ha enamorado y al que no se atrevió a criticar ayer después del error histórico en la vuelta 15. Fue saludando de uno en uno a todos los integrantes del planeta rojo en lo que fue una escena conmovedora. Los lazos humanos que deben establecerse en cualquier relación laboral para que el proyecto funcione.

Compareció Alonso en público y en su aspecto destrozado, los ojos hinchados, el ánimo hundido encontró la fuerza para decir que lo volverá a intentar el próximo año y que ha encontrado su casa al fin en la F-1. Es Ferrari, el equipo que ayer lo condujo al abismo.

Todo salió mal en Abu Dhabi para el ovetense, cuya coronación por tercera vez deberá esperar un año más al menos. Lo hizo Sebastián Vettel, quien desde ayer puede presumir de ser el campeón más joven de la historia de la Fórmula 1.

Alonso lo tenía ahí, a punto de caramelo y se suicidó deportivamente en Yas Marina.

Una mala salida y, sobre todo, una pésima estrategia de su equipo al parar en el garaje en el marcaje a Mark Webber lo condenaron al subcampeonato más amargo que se recuerda. Podía haber jugado con las múltiples combinaciones que se planteaban delante de su monoplaza. Desde el momento en que Vettel gobernó la carrera y Webber circuló por detrás del español, el enemigo era el alemán, no el australiano. Los estrategas de Ferrari, con la anuencia de Alonso, aceptaron la otra realidad. Había que marcar a Webber. Y por ahí se quedó Alonso sin Mundial. Acabó séptimo. Decepción total en el desierto.

La tarde comenzó a envenenarse desde el minuto uno. Alonso salió mal, cauteloso en la puesta en marcha desde la tercera plaza. Fue rebasado por Jenson Button y desde la cuarta posición quedó colgado del alambre frente a Sebastian Vettel. El alemán de Red Bull fue el enemigo desde el primer instante puesto que Webber, quinto, necesitaba un milagro para ganar el título.

Entró el coche de seguridad por el accidente entre Schumacher y Liuzzi, y todo lo que vino a continuación fue una carrera de obstáculos para el asturiano. Paró Webber en la vuelta 11 y fue incomprensible que Alonso se detuviese cuatro giros más adelante. La táctica no se entendió desde ningún punto de vista.

Sucedió que después de cambiar las ruedas, Alonso salió en la panza del pelotón, con mucha gente por delante que se ya había parado con la entrada del coche de seguridad. Fue un Everest imposible. Se reintegró duodécimo, con tantos pilotos por delante que aquello era una caza desesperada. Y más cuando se tiró media carrera detrás del ruso Petrov sin poder rebasarle.

Un mundo entre Alonso y el título porque Vettel exprimió el Red Bull sin ningún problema y nadie discutió su victoria. Ni órdenes de equipo ni nada. La jugada fue perfecta por parte de Red Bull. Sacrificó a Webber, le puso el cebo a Alonso y lanzó a Vettel hacia la posteridad. Y Ferrari, su nómina de pensadores, su cuerpo vanguardista de tecnología a la última, picó el anzuelo en una treta infantil.

Cuando el escalafón se reordenó después de las paradas (vuelta 48, a siete del final), Alonso tenía un infierno ante el volante. Debía superar a Rosberg, Kubica y Petrov para ser campeón. Los tres se habían detenido en los boxes en el primer giro con el coche de seguridad. Misión imposible, a pesar de que por la radio de Ferrari se escuchó la desesperación: «Usa lo mejor de tu talento», le dijeron a Alonso. No pudo superar al Renault de Petrov. Mucho menos a Rosberg y a Kubica. Ya sólo quedaba la esperanza del humo blanco en el motor del Red Bull.

Nada. Vettel gritó su felicidad como un niño. Y en Red Bull le dieron las gracias a Renault. Por Petrov y porque su motor procede de una fábrica gala en Viry Chatillon. «Gracias, franceses», proclamó Red Bull a través del ciberespacio con el título en el bolsillo.