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Fundido a negro
Dolor y respeto en el adiós al «alma» de nuestro cine, un maestro genial, libertino y anarcoide que retrató el fracaso en la España franquistaEn el legado del cineasta destaca el 'trío de oro' formado por 'Plácido', 'El verdugo', y 'Bienvenido Mr. Marshall'
Actualizado: GuardarFundido a negro en el cine español por la muerte de Luis García Berlanga. Luto, respeto y dolor en el planeta del celuloide por la irreparable pérdida de un genio irrepetible. La vida del patriarca de nuestro cine se apagó al alba de un sábado otoñal en su casa de Somosaguas, en el municipio de Pozuelo, al norte de Madrid, donde será enterrado hoy. Aquejado del mal de Alzheimer desde hace varios años, Berlanga murió con 89 años cumplidos, tranquilo y rodeado por los suyos. La profesión, que le idolatraba y respetaba como el mayor maestro del oficio, le despedía apenada en la Academia de Cine. También el pueblo al que divirtió, criticó y sedujo con sus impagables películas. Una veintena de títulos trufada de cargas de profundidad, hitos de la historia del cine instalados en la memoria colectiva de varias generaciones. Lo mejor del legado de este cineasta ácido y lúcido, que retrató las miserias de la España franquista y a sus héroes fracasados, es un 'trío áureo' de películas que resisten el paso del tiempo: '¡Bienvenido Míster Marshall!, 'Plácido' o 'El 'Verdugo'. Él quería ser recordado por su «espontaneidad e independencia».
Álex de la Iglesia, presidente de la Academia de Cine, se refería a su maestro y colega «como el alma del cine español». Concha Velasco, verdadero fetiche del maestro valenciano, le despedía también como un grande entre los grandes: «junto a Federico Fellini y Billy Wilder, García Berlanga está entre los tres cineastas más grande de la historia del cine», aventuró la actriz.
Lo cierto es que la figura de Berlanga es menos internacional que las de Luis Buñuel o Pedro Almodóvar -aunque aspiró al Oscar por 'Plácido' y el guión de 'Mr. Marshall' fue premiado en Cannes- pero su cine está y estará, a buen seguro, más arraigado en el corazón del espectador español. Su Valencia natal se dolía por la pérdida de un hijo predilecto y declaraba hoy jornada de luto oficial.
Lágrimas y flores
La Casa Real, el presidente Zapatero, dirigentes políticos de todo el arco parlamentario, ciudadanos anónimos y, sobre todo, gentes del cine y la farándula se dolieron por la pérdida. Recordaron su talento y su obra y derramaron lágrimas, flores y elogios para mostrar su respeto a don Luis en el último adiós.
Su féretro, instalado en la Academia de Cine de la que fue cofundador y de la que era presidente honorífico, fue recibido con un respetuoso silencio y una cerrada ovación. Flanqueado por cuatro velas y una corona de rosas blancas, no lucía sobre su tapa crucifijo ni ningún otro símbolo religioso. Una veintena de coronas, como las remitidas por la Fundación Príncipe de Asturias, que le premió en 1986, o Guadalix de la Sierra -escenario de 'Mister Marshall'- se desplegaron en el vestíbulo de la Academia. Tras él féretro, una pantalla gigante con un recorrido en imágenes por su vida y su obra. El ataúd iba a permanecer en el salón académico hasta las 13 horas de hoy, para partir desde allí hacia el cementerio de Pozuelo, en el que sus restos mortales descansarán.
Colegas, directores, actores, familiares, amigos y un mar de ciudadanos que disfrutaron de su talento despidieron al gran maestro en la 'casa del cine'. Por su capilla ardiente desfiló casi toda la profesión, los productores, guionistas y técnicos que a lo largo de medio siglo trabajaron a las órdenes de un genio libertino, anarcoide y caótico que hizo de su ácido sentido del humor la razón de su trabajo. Icíar Bollaín, Fernando Colomo, José Sacristán, Rosa María Sardá, David Trueba o los cantantes Ana Belén y Víctor Manuel dieron el pésame al hijo mayor del cineasta, quien confirmó que su padre había muerto «tranquilo» y tras cenar «su tortilla de patatas».
Despedían a un erotómano y fetichista confeso, creador de un género y un universo propios, que fue además feroz crítico de una burguesía carpetovetónica, pese a vivir en este medio con comodidad. Polifacético y contradictorio, se definía como anarquista-conservador. Dirigió una colección de literatura erótica -'La sonrisa vertival-, presidió la Filmoteca y lanzó el ambicioso proyecto de Ciudad de la Luz. Siendo, como decía, un «vago de siete suelas», no dejó de trabajar mientras le acompañó la salud.
En su adiós, muchos compañeros de viaje aludieron a ese espíritu libre y genial del cineasta que jalonó nuestra historia reciente con unas irreverentes creaciones que fijaron en blanco y negro una época. Un espíritu corrosivo que hizo bandera del humor (casi siempre muy negro), su arma principal para colocar a los españoles ante el espejo de su más rancia realidad.
Goles a la censura
También para meter goles a la censura en un juego del gato y el ratón del que casi siempre salió airoso. Como cuando logró retratar los 'hierros' del garrote vil que el memorable Pepe Isbert portaba en su maleta de trabajo en 'El verdugo'. Ya en la Transición rodó finalmente 'La vaquilla', cuyo guión tuvo en un cajón largos años.
Su talento batallador se sumó al del otro gran espíritu vitriólico de nuestro cine, Rafael Azcona, junto a quien trabajó en siete ocasiones, de 'Plácido' a la serie de 'La escopeta nacional'. Pero Berlanga no pudo ganar su última batalla contra la que juzgó como la peor de las censuras, la desmemoria, a la que plantó cara cuando el olvido comenzó a hacer estragos en su mente. «Ahora he descubierto que hay una censura mucho peor que la franquista -llamémosle Alzheimer, pérdida de memoria-, y que eso sí que es una censura a lo bestia», afirmaba en 2005, ya tocado por una afección que nunca ocultó.
Muy afectado, Álex de la Iglesia declaró a Berlanga «el director más influyente y el mayor cineasta que ha dado nuestro país». «Junto a Buñuel, el único que le hace sombra, define el cine español. Era el mejor. Es como si se hubiera muerto John Ford», dijo Álex de la Iglesia de un maestro que «resume y define el espíritu de la comedia negra y es una de la grandes figuras de la cultura española».
«'Plácido', 'El Verdugo' o '¡Bienvenido Mr. Marshall!' son las más grandes películas que se han rodado nunca en este país" resumió De la Iglesia. «Se nos va el mayor cineasta de todos los tiempos. Se muere con él el alma del género del cine español, de la comedia» concluyó el presidente de la Academia tras evocar las recientes pérdidas de José Luis López Vázquez y Manuel Alexandre «que suponen el final de la edad de oro del cine español».
«La muerte de Berlanga en una pérdida importantísima no sólo para el cine español, sino para el mundial», aseguraba Concha Velasco, que protagonizó en 1999 'Paris Tombuctú' el último largo del maestro y el menos apreciado por la crítica. Velasco luchó con denuedo para encarnar el papel de Trini, en el que por primera vez en su extensa carrera venció el recato y mostró sus pechos ante la cámara. La actriz recordaba ese rodaje como «maravilloso», porque confirmó «la genialidad de un Berlanga sin cuyo humor e ironía no se entendería al historia reciente de España».