Sociedad

LO DEMÁS ES SILENCIO

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Hay que reconocer la coherencia del Gobierno español: oculta por igual los problemas exteriores que los íntimos. Ahora le reprocha a Marruecos la violencia que ha ejercido en el Sáhara, si bien lo hace de forma muy moderada. No nos hemos enterado, ni bien ni mal, de la magnitud alcanzada por la trifulca. Rabat no condena la censura, que sigue sin permitir el acceso a la prensa en El Aaiún.

Toda noticia empieza por ser un chisme, pero si se prohíbe su difusión se convierte en falso cotilleo. Albert Camus, que se pasó media vida en los periódicos, dijo que ese humilde oficio cotidiano puede ser mejor o peor, pero sin libertad solo tiene la posibilidad de ser malísimo. Antes, bastante antes, Victor Hugo dijo que el periodismo era «la locomotora del progreso». En Marruecos no hay ni siquiera raíles para que se ponga en marcha. Se les retira la acreditación a los corresponsales que no se muestren entusiastas del anacrónico régimen. Así que no hay forma de estar al corriente ni siquiera de los muertos que se lleva eso que llamamos «el río de la Historia», que le presta muy escasa atención a los afluentes.

Quizá en los tiempos del 'Barranco del Lobo' las cosas no fueran muy distintas, cuando morían nuestros soldados vestidos de ralladillo y en alpargatas. Pedro Antonio de Alarcón y Ramón J.

Sender se atrevieron a contarlo, pero ahora, aunque haya gente que se arriesgue, no consigue que se le publique. La censura es una anticipación al silencio que nos aguarda a todos, cuando no podamos decir que esta boca es nuestra. Le impide a los periodistas, que son los historiadores del presente, incluso el derecho a equivocarse. Solo les autoriza a poner titulares genéricos y hablar de la revuelta o el desafío marroquí. La verdad, eso que llamamos verdad, siempre está de espaldas. Con ella se puede llegar a todas partes, incluso a que alguien que intente proclamarla, le echen del periódico donde escribe.