Píldoras contra el dolor ajeno
Médicos sin Fronteras venderá pastillas en las farmacias cuya recaudación destinará a combatir enfermedades en el tercer mundo
DATA. Actualizado: GuardarContra la pobreza no hay antídoto. Bueno, sí lo hay, aunque nadie se atreve a comercializarlo. Saldría muy caro. Tocaría repartir mejor la riqueza del mundo, que reposa en muy pocas manos. Pero mientras llega ese día, hay quien se empeña en encontrar alivio a males mucho más sencillos de tratar con algo de voluntad.
Una vez más, Médicos sin Fronteras (MSF) vuelve a la carga para recordarnos lo que el primer mundo se empeña en olvidar: las enfermedades que sacuden exclusivamente a los pobres. Males que ni sabemos pronunciar: leishmaniasis o 'kala azar', chagas, malaria, sida infantil, enfermedad del sueño, tuberculosis. Males que no duelen porque reinan en latitudes lejanas, donde se cobran 14 millones de vidas al año. No es la primera campaña de MSF sobre 'enfermedades olvidadas', uno de sus grandes caballos de batalla, pero sí quizá la más original hasta la fecha. Contra la falta de memoria, contra el desinterés por el destino de millones de parias del llamado tercer mundo, MSF prescribe ahora píldoras de venta exclusiva en farmacias.
Desde ayer, al precio de un euro, las oficinas farmacéuticas de todo el país ofrecen ya a sus clientes 'Pastillas contra el dolor ajeno'. Son de menta, sin azúcar y no curan a quien las compra o las come; sus propiedades sanadoras se destinan al prójimo, a congéneres de Malawi, de Bolivia, de Haití; a niños de Sudán, o a enfermos de sida en Pakistán. La idea que subyace detrás de la campaña es que «el dolor ajeno nos duela tanto como el propio», explica Jorge Martínez, creativo de Germinal Comunicación, artífice de la campaña. Y el objetivo, «que las pastillas sean el 'fármaco' más vendido de España», en palabras de Paula Farías, presidenta de Médicos Sin Fronteras.
La campaña ofrece un aliciente añadido: por primera vez la ONG recurre a famosos como reclamo, en contra de su política habitual. Socios conocidos del deporte, el espectáculo, la gastronomía o la divulgación científica. Ahí se podrá ver a Eduardo Punset, a los Estopa, a Edurne Pasabán y Andrés Iniesta, Ferrán Adriá, Nuria Espert, Pilar Bardem y otros con sus grajeas contra el dolor ajeno.
Y una intervención estelar, emotiva y sentida, del gran Luis García Berlanga. Casi nonagenario, enfermo y frágil, el cineasta se pone por una vez delante de la cámara para un spot publicitario, en la que quizá sea su última intervención escenográfica. «En un primer momento la familia me dijo que no, dado su estado, pero le escribí una carta de cuatro folios a su mujer, a corazón abierto, y entonces lo autorizó, convencida de que éste es un proyecto muy importante», destaca Jorge Martínez. Sentado en su silla de ruedas Berlanga enumera con voz prestada los achaques de la vejez y las pastillas que, día a día, le protegen del colesterol «que lo tengo por las nubes», de la hipertensión y del dolor.