Sociedad

ENTRE LA LUZ DE LA VIDA Y LA SOMBRA DE LA MUERTE

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La clave honda de la poesía y, por lo tanto, la explicación profunda de la vida de Carlos Edmundo de Ory es, a mi juicio, la paradoja: esa contradicción, siempre aparente, entre la luz de la vida y la sombra de la muerte, entre su solipsismo egocéntrico y su apertura universalista, entre su devoción clasicista y su rabiosa herejía literaria. No es extraño, por lo tanto, que presumiera de su peculiar forma de exhibir su condición de gaditano distanciándose, física y literariamente, de este estrecho trozo de geografía. «La mejor manera de acercarme a este rincón -me dijo en cierta ocasión-, es alejándome de aquí en el tiempo y en el espacio; cuanto más distante estoy, mejor puedo palpar, con los cinco sentidos, las luces y las sombras de esta ciudad tan contradictoria». También es verdad que siempre se mantuvo «amarrado» mediante los consistentes lazos de amistad literaria con Fernando Quiñones, con Jesús Fernández Palacios, con Rafael de Cózar y con José Ramón Ripoll.

Ese especial sentido de la paradoja es la explicación hermenéutica de su peculiar sentido del humor, de su inaudita riqueza de registros, de su dominio de la ironía, de la hipérbole, de la parodia, de la caricatura y, sobre todo, de la metáfora. Carlos Edmundo era un pintor que ilustraba las teorías más abstractas con las anécdotas más pintorescas, por eso provocaba la sonrisa y la carcajada, por eso poseía un sentido tan singular de lo real que, a veces, traspasaba las fronteras de la verosimilitud, pero no -como han afirmado algunos críticos- por un afán meramente estetizante sino con la finalidad de descifrar, de comprender y de captar el sentido hondo de las actitudes y de los comportamientos humanos; con la intención de medir el significado de las teorías y los aspectos múltiples de las realidades.

Sus poemas, sus ensayos, sus epigramas y sus traducciones constituyen una demostración de que, como él mismo repetía, su escritura es tan gaditana, que trasciende nuestras fronteras geográficas y rebasa los bordes anchurosos de su tiempo biológico. Creo que, desde esta perspectiva, deberíamos enfocar el conjunto de su producción, para ubicarla en el puesto que le corresponde en la fecunda corriente de nuestra historia literaria y para instarla en el ancho panorama de nuestras letras gaditanas y, por lo tanto, de la literatura universal.