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¿Dudan los jarrones?

El Estado no puede trabajar como lo hacen los terroristas porque entonces no habría diferencias

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Probablemente haya escuchado la simpática teoría de Felipe González sobre cómo un ex presidente del Gobierno se parece a un jarrón chino: todos saben que vale mucho pero nadie sabe dónde ponerlo ni qué hacer con él. Es verdad, en España está sin resolver la vida de los 'ex'. Aquí es aún peor porque los que fueron primeros ministros dejaron la política en plena madurez. Y en el caso de González y Aznar, sobre todo, relativamente jóvenes. Dan conferencias, viajan, ganan algún dinero y escriben. Ahora, si entran de lleno en la política nacional, suelen armarla. Digan lo que digan siempre habrá interpretaciones diferentes, por lo general para mostrar su descontento por cómo lo hace Zapatero o por lo que no hace Rajoy.

A Felipe, como le llaman algunos que jamás hablaron con él, debemos valorarle su capacidad, su inteligencia, su envergadura política y capacidad para la gran política, la seducción y el desparpajo.

Tengo una amiga que dice odiarlo, que no le perdona lo de la OTAN, los GAL, la corrupción y no sé cuántas cosas más. Ahora, me dice, no puedo verlo en la televisión porque en dos minutos que le siga paso del odio a la comprensión, de la comprensión a la tolerancia, y de la tolerancia a la admiración. Este es Felipe González: un jubilado locuaz que no deja indiferente a nadie. Entre sus virtudes no está la ingenuidad; sabe lo que dice, dónde y cuándo lo dice. Por eso me sigue sorprendiendo cada día más la declaración de que pudo mandar al otro mundo a la cúpula de ETA, que no lo hizo y que aún hoy no sabe si hizo bien. La duda es un estado de ánimo tan humano como el amor, muchas veces ambos sentimientos caminan juntos y se complementan. Con esto quiero decir que ahí caben pocas críticas. Yo, y usted quizá, sabríamos lo que había que hacer: cumplir la legalidad aunque la duda permaneciera en nosotros.

El Estado no puede trabajar como lo hacen los terroristas porque entonces no habría diferencias. La duda no es criticable, su permanencia en ella, sí. Desazona que tantos años después FG no la haya resuelto. Quizá por eso no ha tenido más remedio que vomitarla en una entrevista.

Nos ha llevado otra vez a los tiempos de los GAL y la guerra sucia. A una etapa repugnante en la que la Justicia probó que personas que trabajaban para el Estado fueron terroristas. Ese camino al pasado es el que no se le puede perdonar a González. Este 'revival' solo beneficia a la ETA y su entorno, que vuelven al victimismo ahora que la bestia da sus últimas bocanadas. Sé que González quiso cambiar la entrevista, que no se pusiera en su boca la duda de volar a la cúpula etarra. Ya era tarde. Ha pasado de la duda al error.

Quizá, visto el estropicio, eche de menos una condición de la que el jarrón chino hace gala: lo poco que habla.