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El preso fugado del Clínico pudo lesionarse para forzar su huida
Una vez en Urgencias, el reo simuló un desmayo y dolor de estómago para evitar el alta y el regreso a la prisión de Puerto II
Actualizado: Guardar¿Oportunidad o una evasión preparada y prevista de antemano? Los detalles de la huida de José Manuel Sánchez Macías, el jerezano interno en Puerto II que logró escapar el domingo cuando se encontraba en el servicio de Urgencias del Hospital de Puerto Real, hace pensar que lo más probable sea lo segundo.
Lo que sí parece cierto es que José Manuel no encontró una oportunidad para escapar mientras era atendido por los médicos. Más bien, la forzó y pudo autolesionarse para ser trasladado al hospital. De hecho, este joven, que a sus 25 años recién cumplidos arrastra un extenso currículum de detenciones y antecedentes por robo, ya protagonizó hace cosa de un mes un primer intento frustrado de fuga de los calabozos de la Policía Nacional, cuando fue detenido por contar con una orden de arresto de un juzgado de Valencia. Además, según fuentes penitenciarias, desde que entró en la cárcel portuense había pedido numerosas veces el traslado a un hospital por un supuesto dolor en el brazo.
La tarde del domingo, al fin, José Manuel Sánchez Macías fue trasladado al Hospital Universitario de Puerto Real porque sufría una lesión en una mano. Él dijo que había recibido un golpe de un balón durante un partido de fútbol. Sin embargo, según fuentes hospitalarias, todo apunta a que pudo ser causada por un puñetazo contra una pared. De hecho, hace cosa de un mes, el joven ya fue atendido por un traumatismo similar de menor importancia, que casualmente se hizo también en la mano. Esta vez, el golpe fue mayor y sí hizo falta colocarle una escayola, pues se había roto el hueso metacarpiano del dedo meñique.
Una oportunidad buscada
La coincidencia en ambas heridas hace pensar en una posible autolesión. Pero además, una vez en el hospital, el preso simuló malestares y dolores de estómago hasta en dos ocasiones para evitar que los agentes de la Guardia Civil lo trasladaran de vuelta a la prisión.
Primero fingió un desvanecimiento, que le sobrevino después de ser escayolado, cuando salía por la puerta de Urgencias camino del furgón. De repente, el joven cayó al suelo y empezó a tener convulsiones, aunque según algunos testigos, «no se desplomó, sino que se dejó caer poco a poco». Ante la duda, José Manuel Macías fue ingresado de nuevo, pero tras un análisis en el área de consultas se comprobó que se encontraba bien.
La suerte jugó a su favor
Cuando le iban a dar el segundo alta médica, el joven volvió a quejarse, esta vez, por un supuesto dolor de estómago del que se dolía a gritos, y que motivó un tercer ingreso. Entre las idas y vueltas, le quitaron las esposas hasta en tres ocasiones: para colocarle la escayola, para hacerle diversas pruebas y, finalmente, para cambiarle de una camilla a una cama en el área de críticos.
Fue en este último traslado cuando José Manuel aprovechó para dar un fuerte golpe a uno de los guardias civiles y escapar a la carrera por los pasillos del hospital.
Hasta llegar a la calle, el joven tuvo que salvar varias decenas de metros, pero la fortuna jugó a su favor: primero, una auxiliar médica tropezó con los guardias civiles en el momento en que estos salían de la habitación tras el preso. José Manuel, además, encontró al menos dos puertas abiertas en su camino, que si hubieran estado cerradas le habrían frenado. Cuando no supo por donde salir, el preso no dudó en saltar por la ventanilla de admisiones de Urgencias y una vez en la calle, recorrió otros cincuenta metros, hasta que se perdió en la oscuridad de la noche. Hasta ahora, su búsqueda por toda la Bahía no ha tenido resultados.
«No es de extrañar que lo tuviera planeado e incluso, que alguien lo estuviera esperando fuera con un coche», explicaban ayer trabajadores del Hospital de Puerto Real, que reconocen que no es raro que familiares de los reos tengan encuentros 'fortuitos' con ellos en Urgencias, cuando estos sufren una lesión. Las tentativas de huida también son frecuentes, según recuerdan trabajadores del centro hospitalario, «aunque siempre acaban siendo pillados; el último sólo ha tenido suerte».