«Este Papa mola, se merece una ola»
Unas 250.000 enfervorizadas personas reciben al Sumo Pontífice en la Ciudad Condal
BARCELONA. Actualizado: GuardarNo se puede hablar de pinchazo, pero la visita del Papa a Barcelona concitó menos interés ciudadano del que se esperaba. El Ayuntamiento había previsto que alrededor de 400.000 fieles se acercarían a arropar a Benedicto XVI en su primer viaje a la capital catalana y por las cifras que aportó ayer el Consistorio se pasó de optimista, situación similar a la acontecida en Santiago un día antes. Así, en torno a 250.000 personas se dieron cita en la visita papal. La mayoría de ellas presenció a Benedicto XVI durante los 3,5 kilómetros del centro de la ciudad que recorrió montado en su 'papamóvil'. Lo hizo a primera hora de la mañana y hacia la una y media, antes de comer.
A pesar de que el número de asistentes no fue el esperado, la animosidad de los miles que acudieron suplió en parte las bajas. El Pontífice fue recibido por un enfervorizado público que no dejó de aplaudirle y vitorearle en todo momento. Especialmente, cuando hacia las 13.00 horas salió del templo expiatorio y ante la fachada de la basílica leyó el Ángelus. Como se dice comúnmente, casi se cae el campo. «Se nota, se siente, el Papa está presente», gritaron miles de personas, procedentes de toda España y de multitud de países latinoamericanos, con la misma fuerza que «sí, sí, sí, el Papa ya está aquí». En ocasiones, más que una ceremonia religiosa, parecía un partido del fútbol. «Beee-ne-dicto», «O, le, le, o, la, la, Benedicto es el millor que hi ha» (el mejor que hay). Pero el cántico que se llevó la palma fue el más simple: «Viva el Papa». Se escuchó frente a la iglesia, donde lograron asiento unas 36.000 personas, se gritó con fuerza en la plaza de toros, donde se reunieron unos 15.000 fieles, y se hizo notar en los puntos inicial (arzobispado) y final (Sagrada Familia) del recorrido. No así algunos tramos del Eixample barcelonés, en el que la ausencia de público fue tan apreciable que a través de las 22 pantallas gigantes instaladas por toda la ciudad se veía más agentes del orden que feligreses. Pero como decían ellos mismos, lo importante no es la cantidad, sino la calidad y la fidelidad. «Este Papa mola, se merece una ola», gritaron los más jóvenes a la vez que levantaron los brazos y simularon la célebre onda mexicana. «Soy adicto a Benedicto», fue otro de los mensajes más escuchados del día.
Emoción
Fue un día de muchas fotos, sonrisas, aplausos, lágrimas y, sobre todo, emoción, la palabra más escuchada tras la intervención del Pontífice. «Estoy muy emocionada de haberlo tenido tan cerca», expresó Elizabeth Palmer. «Cuando le he visto venir me he acercado todo lo que he podido, porque me hacía mucha ilusión que mi hijo pudiera ver este acontecimiento», relató Lilian Rivera.
Inés Villo ya presenció a Juan Pablo II el domingo 7 de noviembre de 1982. Pero en aquel entonces, disfrutó menos que en esta ocasión. «Esta vez lo he vivido más, porque ha pasado cerca de mi casa. Estoy muy emocionada», señaló. Paquita López utilizó el mismo sentimiento. «Hoy ha sido el día más hermoso de mi vida». María Teresa Avellana también tenía una sonrisa de oreja a oreja. No pudo estrecharle la mano al Santo Padre, pero daba igual. Ella fue uno de los 1.250 afortunados de la Comunidad de Sant Egidio que pudieron presenciar el Ángelus a poco más de 10 metros del altar papal. «Ha sido muy emocionante», dijo. «Nunca le había visto tan cerca, no he parado de llorar», concluyó Francesc López.
Sin embargo, no todos los barceloneses que ayer salieron a la calle lo hicieron para honrar al Papa. Algunos, no más de un millar, se concentraron para rechazar la visita del Santo padre, llamados por la plataforma 'Dejémonos de hostias. Yo no te espero'. María José Lecha, portavoz de la organización, afirmó que se oponen al concordato del Estado con la Santa Sede y a las «campañas contra la libertad» que promueve la Iglesia. Además, a la misma hora que el Papa partió del arzobispado hacia la Sagrada Familia, activistas homosexuales criticaron con un besuqueo colectivo el posicionamiento del Vaticano sobre la libertad sexual. El acto provocó momentos de tensión con fieles que habían acudido a ver al Papa, aunque al final se impuso la cordura.