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Sangre del Sahara
La comunidad saharaui de la provincia sale a la calle para protestar por el asalto al campamento de El AaiúnLas 600 familias de refugiados que residen en Cádiz viven con indignación y angustia el ataque marroquí
JEREZ. Actualizado: GuardarCada vez que le preguntan hasta cuándo durará el conflicto, Kaleh, refugiado y militante del Frente Polisario, responde: «No sé cómo terminará todo, pero sí sé cómo empezará: con un disparo». Puede que ese disparo sea el que se llevó hace un par de semanas la vida de Nayem el Gareh, el niño de 14 años asesinado cerca de El Aaiún, en los territorios ocupados por Marruecos. O los que han dejado un mínimo de siete muertos en el asalto al 'campamento de la esperanza', donde los militares entraron ayer por la mañana a sangre y fuego, dispuestos a cortar de raíz la mayor rebelión contra Rabat desde 1975.
La información es confusa, «tal y como pretendían las autoridades ilegítimas de la zona con la expulsión de periodistas y otros testigos incómodos», explica la activista jerezana Lola Villagrán, sobradamente familiarizada con la teoría de Kaleh: «Cualquier detonante podía servir para que aquello se convirtiera en una matanza». Los temores de las más de 600 familias de refugiados que viven en Cádiz, al igual que los de la amplia red de asociaciones de solidaridad con pueblo saharaui que trabajan en el ámbito provincial, se han hecho realidad. «La masacre ya está en marcha», resumía Villagrán durante la concentración de repulsa que tuvo lugar enJerez. Hubo otras en la capital (San Juan de Dios), Puerto Real y San Fernando, con unos 500 participantes en total.
Miedo a la guerra
Recuento de bajas: la primera víctima de este último episodio de violencia fue un chaval que se acercaba en coche, junto con otros cinco compañeros, al campamento de más de 2.000 jaimas que los saharauis habían levantado a 18 kilómetros de la ciudad, para protestar contra la represión marroquí. Un control militar les dio el alto y después ametralló el vehículo. No está claro si los chicos intentaron eludir el 'check point', o simplemente si a los soldados, nerviosos por la intensidad de las protestas en la zona, 'se les fue el gatillo'. En cualquier caso, antes de que los guardias de asalto entraran en el campamento a lomos de los bulldozer ya había un niño muerto, una familia rota y un pueblo enrabietado y abatido a partes iguales que acaba de añadir otro nombre a su larguísima relación de mártires. Las víctimas siguientes, las que cayeron ayer, todavía no tienen nombre, y como aclara Bachir Omar, otro refugiado en Cádiz, «es posible que no lleguen a tenerlo nunca». «El ejército y la Policía no quieren llamar la atención internacional, así que lo lógico es que la mayor parte de los encarcelamientos y asesinatos se cometan en las próximas semanas y meses, cuando los medios estén pendientes de otra cosa».
Julio Bauján, auxiliar de enfermería de San Fernando, viajó dos veranos a la zona, siempre como particular, porque para Marruecos cualquier acción colectiva, y más si procede del extranjero, es sospechosa de subversión o espionaje. Ha logrado hablar, después de mil peripecias, con algunos de los amigos que aún permanecen en el área urbana de El Aaiún, ya que la mayoría se había trasladado al campamento para apoyar la movilización. «Me contaron que la madre de Nayem estaba destrozada, pero se consolaba diciendo que el hijo que ha perdido lo había ganado la causa». A pesar de que a lo largo del día de ayer intentó varias veces contactar con el campamento, la comunicación le resultó imposible. «Es probable que hayan neutralizado las frecuencias de telefonía móvil».
«Cualquiera que pase un tiempo en la zona ocupada por Marruecos se dará cuenta del régimen de terror que impone Rabat: detenciones arbitrarias, palizas sin motivo y torturas confirmadas por varias organizaciones de defensa de los Derechos Humanos», explica Fadel Mohamed, otro saharaui residente en la provincia desde los 90. «El ejército ha estado acumulando tropas, buscando excusas para desmontar el campamento, que suponía el mayor pulso al poder marroquí desde los 70».
Selem (17 años), hija de Chej Ramdam, uno de los miembros más veteranos y respetados de la comunidad saharaui en Cádiz, forma parte de otra tipología de refugiado, la que nunca ha pisado el Sáhara. «Hay una generación entera de saharauis que se ha educado en el desarraigo, miles y miles de jóvenes que tienen miedo de no volver nunca a una tierra en la que, realmente, no han estado. ¿Qué se supone que harán todos esos chicos y chicas sin patria en caso de que se declarase de nuevo la guerra?», se pregunta.
El escritor y periodista Juan José Téllez, buen conocedor del conflicto, considera que la creación del campamento paralelo a El Aaiún supone «algo insólito» en la lucha del pueblo saharaui, y más en el contexto de las negociaciones que se desarrollarán este mes. El asalto condicionará todo el proceso.