BUENO POR CONOCER

1984

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Nuestras leyes garantizan la protección en lo concerniente al manejo de los datos personales, las libertades públicas y los derechos de las personas al honor e intimidad personal y familiar.

El debate surge cuando se intenta delimitar donde empieza nuestra vida pública y donde nuestra vida privada. Y no me refiero a la de personajes con vida pública que puede ser de interés como información, sino a la de ciudadanos normales y corrientes.

Muchos ayuntamientos tienen previsto inundar los espacios públicos de cámaras de vigilancia. El argumento es velar por nuestra seguridad. Pero, ¿y de nuestra intimidad y honor qué?.

Ante el uso indiscriminado que se está haciendo de estos «ojos ocultos que todo lo ven» la Unión Europea pretende legislar el uso adecuado de las cámaras de seguridad con el fin de mantener el respeto a las libertades individuales.

Sólo en las calles de Pekín se van a instalar cerca de medio millón de cámaras de seguridad. No obstante el país más vigilado sigue siendo el Reino Unido que ostenta el record de tener una cámara de vídeo vigilancia por cada quince personas. La obsesión por la seguridad hace tambalearse al derecho a la intimidad.

Sin embargo el ojo del Gran Hermano que nos vigila más de cerca no está en el exterior. Lo tenemos en casa en un lugar privilegiado. Cada vez que encendemos el ordenador, cada vez que nos conectamos a Internet, cuando participamos inocentemente en las redes sociales, abrimos las puertas de nuestro hogar y nos situamos ante una inmensa ventana a la que muchos pueden asomarse. De forma ingenua podemos pensar que el uso de nuestra «imagen» siempre se hará respetando nuestros deseos.

Ni el mismo Winston Smith, protagonista de la obra 1984 de George Orwell, se sentiría tranquilo delante de un ordenador. Sentiría que O'Brien, el misterioso y siniestro miembro de la dirección del partido dominante, lo estaba observando.