DOCTOR IURIS

La hora de Rubalcaba Pérez

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Cuando era niño, hijo de andaluz y gallega como sigo siendo, jugaba siempre fuera de casa. Me refiero a que me sentía andaluz en La Coruña y gallego en Cádiz. Tenía, he de reconocerlo, predilección por mi apellido materno y su raigambre. Mi tía Finita me hizo una fotocopia en color del escudo de armas de los de Arnáiz y del árbol genealógico familiar, con su anecdotario y su historia. Por ejemplo, me contó que había una rama, los Arnáiz Becquer, que eran primos de Gustavo Adolfo y tenían con él una muy buena relación en la Sevilla de principios del siglo XIX. El apellido paterno, en cambio, iba y venía de Jaén, aunque procedía de Castilla y, más atrás aún, de tierras francesas, de donde seguramente proceden mi apariencia normanda, la tez pálida y mis ojos claros. Con el tiempo me dí cuenta que lo que realmente deseaba era unir los apellidos en uno solo y ser el iniciador de una rama propia. Fui al Registro Civil de San Fernando y le pregunté a Antonio, culé irredento, quien me explicó el proceso y las dificultades. Curiosamente, el principal motivo debía ser el económico: para solicitar la unión de los apellidos ha de existir una razón como por ejemplo la relación con una empresa familiar cuya marca sean los propios sobrenombres. Luego, la burocracia legal exigía que se modificaran todos los documentos oficiales -DNI, Pasaporte, etc- y los títulos desde el graduado escolar al de Doctor. Por último, no podía modificar el apellido yo sólo, tenían que hacerlo también mis hermanos, con su consiguiente cambio de documentos y títulos. Así pues, desistí de mi sueño de la niñez y no solicité a mi amigo funcionario que prevaricara inscribiendo a mi hija recién nacida con mis apellidos unidos.

Sea como fuere, volvemos a hablar sobre un tema oportuno y sin relevancia político-económica como es el orden del primer apellido, coincidiendo con la visita del Papa, que por disentir ni siquiera lo lleva. Siguen distrayendo nuestra atención con cuestiones absurdas, propuestas por la sección feminista del Gobierno, ésa que más que buscar el bien de las mujeres persigue la extinción de todo lo que huela a pene (¿qué diría Sigmund Freud al respecto?). Mientras, los partidos van armándose para la guerra cruenta que van a ser las próximas elecciones. De este modo, nos pasan desapercibidos los movimientos de ajedrez, las sonrisas de Esperanza Aguirre a Cospedal, la colección de puestos y cargos que está amasando Rubalcaba Pérez, que ya hasta lo han nombrado Presidente de su Comunidad de Propietarios, al hombre. Y nosotros, encantados de habernos conocido, discutiendo de todas estas vainas sin cumplir nuestros sueños de la infancia ni pagar nuestra hipoteca. Como unos perfectos mierdas.