Triangulaciones
Las profecías de los estrategas del juego político condicionan y degradan el debate público
Actualizado: GuardarLas elecciones del martes pasado han marcado un cambio de tendencia la política norteamericana, con el rápido declive de las ilusiones suscitadas por el retorno de la izquierda y con la poderosa irrupción de nuevos movimientos populistas. La disputa se ha librado en el plano simbólico y el resultado ha sido, con seguridad, que el 'Sí, podemos' de Obama se ha visto desplazado por el 'Devolver América a los americanos' del Tea Party. El control de la agenda pública ha cambiado de manos.
Dos mensajes en competencia, por tanto, y habrá quien se pregunte cuál es, en concreto, su significado. Es una pregunta sin respuesta, mal formulada, porque no tiene en cuenta que de lo que estamos hablando es de mensajes vacíos, de meras fórmulas, que solo pueden ser valoradas por su fuerza evocativa, por su capacidad para asociar palabras a intenciones, con la mayor economía de medios, apelando a valores, expectativas o certezas que los ciudadanos comparten o creen que comparten.
La utilización sistemática de este mecanismo perverso, en un contexto ideológico y mediático como el nuestro, favorece la progresiva radicalización del centro político. Los equilibristas del marketing dirán que se trata de un fenómeno tan irreversible como inocuo, porque los distintos movimientos de opinión no son sino palancas que pueden ser utilizadas para desplazar hacia la derecha o la izquierda el punto medio del espectro electoral. Todo se reduce a un juego de triangulaciones, sin mayores consecuencias. Los demócratas lucharán por dividir a los republicanos empujándoles hacia el terreno, previsiblemente minoritario, del Tea Party. Los republicanos, por su parte, intentarán presentarse como el justo medio entre las otras dos alternativas.
Lo que pasa es que aquí hay mucho más en juego. La tendencia a la radicalización del centro político tiene consecuencias más amplias, que no deben pasar desapercibidas. De hecho, en los últimos años ha ido abriéndose un espacio mediano en el electorado de las democracias más avanzadas que ya no se identifica con los valores de la moderación, sino con una imagen combativa de la política, que busca respuestas sencillas, y extremas, a problemas confusos. En tiempos de crisis, de incontenible transformación de los equilibrios sociales, este repliegue de la opinión es perfectamente comprensible. Son muchos los electores del centro que buscan desesperadamente apartar la amarga sensación de no entender nada de lo que les sucede y del mundo que les rodea. Es previsible que muchos se apresuren a atender esta demanda. Lo que encontrarán por ese camino es tierra quemada para la democracia. Que nadie se dé por aludido entre nosotros. Hablábamos solamente de América.