Obama, decepcionado en la rueda de prensa. :: AFP
MUNDO

Obama se mantiene firme pese a la debacle

El presidente admite «con humildad» los resultados y tiende una mano a los republicanos

NUEVA YORK. Actualizado: Guardar
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«Algunas noches electorales son más divertidas que otras», admitió ayer Barack Obama, tras la debacle electoral del martes. «No le recomiendo a todos los presidentes un palo como el de anoche». El pueblo le ha castigado arrebatándole a su partido el control de la Cámara de Representantes y le ha dejado una mayoría muy limitada en el Senado, gracias a que solo se renovaba un tercio. Pero mientras los simpatizantes del Tea Party creen haberle enviado un claro mensaje de repudio al presidente y a su agenda «socialista», Obama ha entendido algo muy distinto.

«La gente está frustrada con el ritmo de la recuperación económica, quiere que los trabajos vuelvan más rápido y que la nómina les llegue más lejos», analizó. Su plan es continuar la misma agenda progresista de los últimos dos años sacando adelante aquellos aspectos en los que pueda encontrar acuerdo con la oposición. «¿Trabajos verdes? ¿Baterías para coches eléctricos?», se preguntaba indignado un comentarista republicano en la cadena CNN. «¿A quién le importa eso hoy?», incidió el analista.

Obama dijo entender los resultados «con humildad» y aceptar que tiene que hacer «un mejor trabajo, igual que todo el mundo en Washington», pero señaló entre sus objetivos para el resto de la legislatura «reducir el déficit, promover energías limpias y asegurarnos que nuestros hijos reciben la mejor educación del mundo», sin aceptar recortes en ese campo, ni en el de investigación y desarrollo de nuevas tecnologías. Un indicio más de desconexión, ya que la ultraderecha que acaba de purificar al Partido Republicano cree que la escolarización debe llevarse a cabo en el hogar, además de abogar por la desaparición del Ministerio de Educación y rechazar el calentamiento global.

Lo que Obama no parece entender es que 'el partido del no', como ya se llamaba al Partido Republicano en esta legislatura, se siente reivindicado por el respaldo del pueblo y viene dispuesto a redoblar esfuerzos en sus papel de oposición, no en el de gobierno conjunto. «Estamos decididos a parar la agenda que el pueblo estadounidense ha rechazado», advirtió ayer el líder de la oposición en el Senado, Mitch McConnell. «Trabajaremos con el Gobierno cuando acepte lo que el pueblo le ha dicho, y nos enfrentaremos a él cuando no lo haga».

A su juicio, el cambio de Obama es inevitable, por las buenas o por las malas. «Nuestros amigos pueden cambiar ahora y enfrentar con nosotros los temas que son importantes para los estadounidenses, como todo el mundo los entendemos, o pueden pasar por un cambio más obvio en 2012».

Ajeno a ese discurso beligerante, el inquilino de la Casa Blanca parece haber aceptado ser presidente de un solo mandato si es que hacer lo que cree correcto le cuesta la reelección. A diferencia de Bill Clinton, que sufrió un varapalo peor a estas mismas alturas de su mandato y aceptó girar hacia el centro, Obama no tiene la ambición política de perpetuarse en el poder ni puede contar con que la que se recuerda como la mayor época de prosperidad económica en Estados Unidos le facilite la reelección. «Sé que al final me juzgarán como presidente por los resultados», recalcó evocando ya su lugar en la historia.

Por eso cuando el nuevo portavoz electo del Congreso, John Boehner, avanzaba que el primer punto de su agenda será revocar la reforma sanitaria que «arruina el mejor sistema de salud del mundo y llevará al país a la bancarrota», Obama reaccionó con una calma insólita. «Si los republicanos tienen ideas sobre cómo mejorarla y quieren sugerir modificaciones de cómo hacerla más ágil, estaré encantado de escucharles», replicó. «Por ejemplo, hay una provisión llamada 1099 que pone mucha carga burocrática en los pequeños empresarios.».

Aniquilar la reforma

Pero no, los republicanos no quieren mejorar la ley, sino aniquilarla por completo. Una ley que le costó al líder afroamericano sudor y lágrimas sacar adelante, para lo que tuvo que hacer muchas concesiones y rebajas de contenido sobre el proyecto inicial. Algo que los conservadores también pretenden a la hora de evitar cualquier nueva inversión de gobierno aunque sea para reactivar la economía, cortar el gasto social y prorrogar los recortes de impuestos de Bush a los ricos, que Obama sólo quiere prorrogar para la clase media.

Por eso cuando el mandatario interpreta el mensaje de las urnas como que «no hay duda de que estamos en la cuneta y el pueblo quiere que empujemos el coche juntos para sacarlo hasta un terreno firme», todo el mundo anticipa un bloqueo absoluto en Washington. El candidato de la esperanza confía en «hacer progresos» ahora que el pueblo obliga a los dos partidos a trabajar juntos, así como «recuperar la civilidad en nuestro discurso y devolver la salud a nuestro proceso legislativo», exhortó. Solo cuando la prensa le presionó con sus preguntas sobre la disparidad de planteamientos entre ambas formaciones, Obama admitió lo que es su realidad más probable. «Está claro que sin ningún apoyo republicano en nada va a ser difícil sacar nada adelante», asumió.