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El mejor Gobierno es aquel que menos hace
Las nuevas figuras del Tea Party defienden la supresión de los ministerios de Hacienda y Educación o la Reserva Federal
NUEVA YORK. Actualizado: GuardarLa revuelta del té acaba de injectar en Washington una corriente purista y puritana de libre mercado que tiene en Rand Paul su cara más conocida. No solo porque el nuevo senador de Kentucky supusiera la primera gran victoria electoral para el movimiento nacido hace año y medio, ni porque capitalice las ganancias de un padre congresista que aspiró a presidente con gran apoyo de los jóvenes, sino por la agresividad de su mensaje.
«Traigo un mensaje del pueblo de Kentucky, fuerte y claro: Venimos a recuperar nuestro gobierno», bramó al celebrar su victoria. Recuperarlo o aniquilarlo, porque el político libertario cree, como atribuyó a Thomas Jefferson, que «el mejor gobierno es el que menos gobierna». Solo que, según la revista 'Time', no hay nada en la Enciclopedia de Thomas Jefferson donde se le atribuya esa cita, tan usada por los neorevolucionarios de la ultraderecha. «A lo mejor hay algo en el té que beben que explique ese hábito de malinterpretar las citas de los padres fundadores», se burló la publicación.
Venga de quien venga, la gente como Paul lleva esa ideología hasta el extremo de pedir la desaparición de varios ministerios y órganos de gobierno. Para la candidata de Nevada, Sharron Angle, que puso en jaque al líder del Senado, Harry Reid, eso empezaría por disolver el ministerio de Educación para que no pueda decirle a los padres lo que tienen que aprender sus hijos. Paul le metería mano primero a la Reserva Federal, y si bien no sueña aún con encontrar suficiente apoyo como para eliminar el órgano que regula la política monetaria de EE UU, sí ha prometido exigirle en el Senado una auditoria completa y dar los pasos necesarios para restringir su poder.
Le seguirá en la lista de ministerios a eliminar el de Hacienda, con la intención de borrar de un plumazo toda la política fiscal del país para sustituirla por unos impuestos «más justos» que se simplificarían con una tasa única para todos en bienes de consumo. Paul no tiene ninguna experiencia política, menos incluso que la mayoría de candidatos del Tea Party, pero cuenta con un pasado de activismo contra los impuestos que ya le hizo manifestarse en Boston hace tres años durante el día límite para presentar la declaración de Hacienda, cuando todavía ni existía el movimiento al que ahora representa en la Cámara Alta.
Exigencias a la corona
La asociación con la revuelta que derivó en la independencia de EE UU es otra de las malinterpretaciones históricas del Tea Party, porque los patriotas con los que se identifican nunca lucharon contra el pago de impuestos, solo contra el hecho de que la corona británica no les diera representación en su gobierno a pesar de que contribuían a él puntualmente como cualquier ciudadano británico.
Los neorevolucionarios del té llevan la Biblia en una mano y la Constitución en la otra. Niegan el papel benefactor del estado y defienden que «el día tiene 24 horas para todos», así que el más desfavorecido «que trabaje como yo», decía Leo, asistente a uno de los mítines. «¡Quitad al Gobierno de nuestro camino!», arengaba Paul desde el escenario. Por no tener que hacer, el Gobierno no debe ni crear empleo, reiteró Angle en su debate con el líder del Senado, «sino crear las condiciones para que las empresas los creen».
Y todo eso sin regular, porque la regulación solo pone límites a las fuerzas del libre mercado y al espíritu emprendedor de la gente que, para los puristas del Partido del Te, son la esencia de la grandeza estadounidense.