FUSIÓN HÍPICA
Actualizado: GuardarCon una impresionante entrada en la Plaza de la Catedral concluía el recorrido iniciado en Palillero de los Caballos de Menorca, espectáculo en el que los protagonistas eran cuatro fantásticos corceles gigantes que se paseaban por las calles de la ciudad. Sin lugar para la indiferencia, la ruta por la que van, vienen, se detienen y bailan, hace interactuar de manera forzosa pero nunca agresiva, a todos los presentes. Carreras y coreografías bien sincronizadas componen esta ceremonia ecuestre en la que la sorpresa, la admiración, los sustos y los graciosos atropellos se suceden junto con los coletazos y coces amables de estos simpáticos jamelgos de dos metros. La interacción con el público y la fusión con el espacio son totales, no hay modo de hacerles pasar inadvertidos, pues igualmente se cuelan por la puerta de una perfumería, que se dejan acariciar por algún pequeño que se debate intentando vencer su miedo a tocar a la bestia. Cabalgan, se echan a los pies de alguna dama, se plantan delante de una terraza o casi beben el café de algún turista, pero siempre, desde el más absoluto cuidado con el espacio que les rodea. De suma importancia para este gesta escénica que inundó de alegría las calles fue la música tocada en directo. Con bases rítmicas de carácter tribal, el público era llevado por los sonidos de la percusión interpretada por un DJ que jineteaba el espectáculo desde un pedestal móvil. Por momentos rebeldes, otras veces indiferentes, disciplinados o dóciles, estos animales parecen estar vivos gracias a la perfecta ejecución de sus domadores, que vestidos de negro y con cascabeles a sus pies, fueron el soporte fundamental de la fiesta. Cuatro actores, cuatro profesionales y un músico excelente que encandilaron al público con sus rituales y ceremonias.