Opinion

Zapatero y su desierto

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Tu orgullo es como una enfermedad que deseas con todas tus fuerzas contagiar a todos. No cesas en hundirnos más profundamente. hasta dejarnos sin aliento. Bien sabes en tus adentros que ni sabes ni puedes gobernar a este país ni tan siquiera con cierta dignidad.

No es cuestión de voluntad, sino de capacidad ética y política. Bien harías en retirarte voluntariamente; sería un gesto de valentía y no de vergüenza.

Pero al seguir al frente de esta nada, cometes el sacrilegio de la desfachatez y la baja cobardía. Ahora cambias el gabinete de tu roto gobierno. ¿Para qué, para distraer la crisis? El problema no son ellos, eres tú y sólo tú. Nos has llevado a la mayor crisis de este país, y España está sucumbida en la ruina, el paro y el desconcierto.

¡Qué nobleza la de los españoles! Pienso que en otros países, por mucho menos, se habría cometido alguna locura, pues tu orgullosa presencia y tus palabras de desierto son toda una oda a la provocación.

Pareces cuando hablas un no español, un desertor, un desterrado. alguien que no sufre ni padece lo que esos más de cuatro millones de familias viven y desviven día a día en el paro y la pobreza. ¿Y aún nos pides esperanza?

Tu gobierno no es digno de tu partido, ni tú lo eres de tus predecesores. Esa greguería (que diría Gómez de la Serna) que te rodea, no es sino un cúmulo de parásitos que bebe de tu sangre muerta y fría.

Zapatero, deja este desierto tuyo, y que otros aparezcan en el horizonte. Si te queda algo de hombría y de moralidad, abandona tu desazón y olvida tu orgullo dañino, ése que padecemos los españoles como un yugo martirizador.