Los brasileños se aferran al legado de Lula
Los resultados iniciales dan una clara ventaja a Dilma Rousseff, que se convertirá en la primera jefa de Estado del país sudamericano
Actualizado: GuardarLos resultados al 81% del escrutinio no dejaban lugar a dudas: Dilma Rousseff será la primera y próxima presidenta de Brasil. Ganaría a su rival, el demócrata José Serra por una diferencia sustancial. Si se confirman los datos, Rousseff heredará un gobierno que consiguió los mejores indicadores en materia económica y social para este inmenso país sudamericano que hasta hace algunos años parecía condenado al crecimiento de la miseria y la inequidad. Y por si eso no fuera suficiente, una suerte de dote le llegó a último momento a la que será la primera jefa del Estado brasileño: la confirmación de la existencia de unas reservas petrolíferas que duplican las proyecciones más optimistas hasta ahora.
Brasil es hoy un país mejor que el que recibió Luiz Inacio Lula da Silva. Es la octava economía del mundo. Con Lula el producto interno bruto creció un promedio del 4% por año durante ocho, con una aceleración al final. La renta per cápita se cuadruplicó, y si bien aún hay treinta millones de personas que viven en la pobreza, otras tantas lograron salir de esa miseria y hoy forman parte de la ascendente clase media que consume y llega a mas altos niveles de educación. De ahí parte y, según ella, seguirá empujando esa política de desarrollo si gana.
Las bases están también en materia de desarrollo. La explotación de las millonarias reservas de crudo por debajo de la capa presal en el Atlántico ya ha comenzado, y en la última semana la Agencia Nacional de Petróleo informó de que uno de los yacimientos, el de Libra, podría llegar a duplicar la riqueza del mayor hasta ahora que era Tupi. La empresa mixta Petrobrás será responsable de hacer que esa riqueza deje huella en una economía y una sociedad que se desarrollen en conjunto.
Una ardua tarea
Si es la elegida no será una tarea fácil de asumir y mucho menos en un país latinoamericano proclive al machismo. Si a eso se añade que Rousseff es una mujer separada, que acaba de superar un cáncer linfático, sin mucho carisma y sin una larga trayectoria en las filas de su agrupación -el Partido de los Trabajadores- todo parece jugar en su contra. Pero también es mucho lo que heredaría: el apoyo de Lula, que se va con más de 80% de popularidad, un país que crece a un ritmo que podría llegar al 8% en diciembre, en vísperas de la toma de posesión, y un Parlamento con mayorías favorables al oficialismo, un apoyo con el que su mentor no contaba.
Algo parecido le ocurrió a otra mujer que hizo historia en Chile al convertirse en la primera presidenta: Michelle Bachelet, divorciada, socialista, atea. Igual que Rousseff había estado detenida durante la dictadura, y fue impulsada como candidata con el respaldo del entonces presidente Ricardo Lagos, que también dejó el cargo con un alto nivel de popularidad. Pero la chilena rompió con todos los récords. Terminó el gobierno con más respaldos que su padrino. Los votos de Rousseff son casi patrimonio de Lula. Ella deberá conquistarlos como propios.
La brasileña, una economista de 62 años, tendría muy cerca también para mirar la evolución del modelo de mando argentino, que cambió dramáticamente en vísperas de su propia victoria. Rousseff no adelantó detalles durante la campaña sobre cómo formaría su equipo si es proclamada ganadora. Algunos ministros podrían continuar pero también habría nuevas incorporaciones. Entre ellas no estaría Lula. Ya lo dijo ella y no podría ser de otro modo. Su presencia le haría sombra, aun cuando fue la ejecutora de muchas de las políticas que impulsó su antecesor en su segundo mandato, el más exitoso de los dos. Desde la jefatura de la Casa Civil, ella administraba un presupuesto millonario para obras de infraestructura. Antes que eso fue ministra de Energía, también una cartera clave en el Ejecutivo.