CONTAR PARADOS
Actualizado: GuardarQuienes han encontrado trabajo contando a desempleados se están haciendo un lío con la misma madeja que urdieron. Por el hilo no hay forma de sacar el ovillo y tenemos que aceptar las cifras que nos suministra la Encuesta de Población Activa, que siempre serían peores si fuesen acordes con la realidad. En el verano hay más gente que trabaja, pero trabaja para los que veranean. Hay más camareros que nunca, aunque el número de clientes no sea estable. Los clientes, en gran parte extranjeros, aunque no estén dotados de grandes cualidades de observación, advierten que quienes les sirven la mesa, que es un oficio tan digno como otro cualquiera, no solo no han ido jamás a una escuela de hostelería, sino a ninguna otra. Da igual para efectos contables: su eventual ocupación sirve para que descienda el número de desempleados. Si añadimos el incremento de funcionarios públicos, no es difícil mejorar las estadísticas de paro. Solo se precisa mover las cifras de los parados. Hay que ser un lince para ver venir la recuperación económica, pero hay políticos que la ven llegar en lontananza. Que Santa Lucía les conserve la vista, pero que les aumente sus cortas luces. Si no existiera la «economía sumergida» se hubieran ahogado muchos compatriotas.
Gracias a ese submarinismo laboral, algunas autonomías siguen respirando, aunque les llegue el agua al cuello. La verdad es que se siguen destruyendo puestos de trabajo fijos, mientras crecen los temporales. A los trabajadores españoles no les da tiempo a conocer a sus compañeros. Llegan y se van. Ahora que se ha ido Marcelino Camacho, nos es muy fácil reconocer su mérito a los que no tuvimos valor, ni oportunidad histórica, ni situación personal, para compartir su sacrificio. Siempre es más fácil admirar a alguien que seguir su ejemplo.