La euforia de Obama se evapora
La crisis que azota EE UU en forma de paro podría costarle a los demócratas las elecciones legislativas
WASHINGTON. Actualizado: GuardarDe California a Nueva York, los 50 estados de la unión bien podían ser 50 países diferentes, pero en estas elecciones los estrategas políticos lo tienen fácil: «Lo que todo el mundo quiere es trabajo», declaró el líder republicano en la Cámara de Representantes, Eric Cantor. Ese es el punto flaco del actual gobierno y probablemente le cueste las elecciones legislativas. Por eso el estribillo de todas las campañas es monotemático: 'Jobs, jobs, jobs' (trabajo, trabajo, trabajo).
En España el 9,6% de paro de EE UU sería reminiscencia de los mejores tiempos, pero los estadounidenses no habían visto tanto paro desde la Segunda Guerra Mundial, con excepción de 1982 y 1983, lo que ayudó a sentar a Ronald Reagan en la Casa Blanca.
Es difícil vender lo que no ha ocurrido. El mérito que clama Barack Obama de haber salvado o creado cuatro millones de empleos está avalado por la Oficina Presupuestaria del Congreso, pero para quienes se aferran a su empleo es, en el mejor de los casos, una abstracción imposible de probar, y para quienes perdieron el suyo, una dolorosa ironía. En cada oportunidad Obama recuerda que cuando asumió el poder el país perdía medio millón de empleos al mes, pero lo único que la gente ve es que después de haber invertido más de 800.000 millones de dólares en estimular la economía y prestado 550.000 a los bancos, estos últimos son los únicos que vuelven a disfrutar de la bonanza económica. Por cierto, la banca ha devuelto ese dinero con intereses, pero pocos estadounidenses lo tienen en mente. Lo que sí les cuadra es que, según los economistas de Moody Analytics, EE UU tardará al menos ocho años en recuperar los 8,2 millones de empleos que esta recesión borró de un plumazo, y el 20% de ellos nunca volverá.
Ocho años es el tiempo máximo que puede durar el actual presidente en el gobierno, suponiendo que el pueblo le renueve el contrato en 2012, porque la idea de que Obama será el sueño de una noche de verano y pasará a la historia como presidente de un solo mandato empieza a extenderse tanto que hasta él habla de esa posibilidad. «Se trata de la economía, idiota», sentenció para la historia Bill Clinton en el debate presidencial de 1991 en el que acabó con George Bush padre. Desde entonces, nada ha cambiado. Los estadounidenses solo se permiten divagar sobre otros temas cuando su empleo está seguro y las tarjetas de crédito saneadas.
«Obama ha preferido hacer lo que es correcto a lo que vende electoralmente», le defiende Elaine Shamir, líder de DNC en el Valle de San Fernando (California). «Por ejemplo, poca gente sabe que bajó los impuestos, porque en lugar de enviarle a todo el mundo un cheque de 300 dólares como hizo Bush, él prefirió que les quedasen 65 dólares más al mes. Así en vez de depositarlo en el banco la gente lo gasta y sigue estimulando la economía». Si el incremento pasó desapercibido es porque con la crisis los pequeños negocios que se beneficiaron de él ganaban menos que antes, así que no vieron ningún incremento neto. Muchos incluso creen que Obama les ha subido los impuestos, pero en realidad lo que ha subido, precisamente por la crisis, es la porción de impuestos municipales o estatales, en la que Washington no tiene nada que decir.
Judas del Despacho Oval
Si hay algo que en estos días electorales Shamir echa de menos es la efervescencia de los voluntarios. «Hace dos años no cabíamos aquí y teníamos que echarlos para atrás», suspira. Hoy la delegación local de su partido ha firmado acuerdos con los colegios para que canjeen créditos escolares a los estudiantes que echan horas en pedir el voto por teléfono. La inmensa mayoría de los adolescentes que están en la sala siguiendo el protocolo que se les da por escrito no tiene edad para votar, y muchos ni siquiera simpatizan con el Partido Demócrata, pero estos no son tiempos para escrúpulos. El 50% de los que votaron por Obama en 2008 ha dicho en las encuestas que este martes no se moverán de casa, mientras que el 75% de los que votaron por John McCain no se perderían esta segunda oportunidad por nada del mundo.
Muchos de los que se embriagaron en 2008 con el mensaje del cambio no habían votado en su vida, y ahora que se sienten traicionados por el primer presidente negro no ven razón para volver a hacerlo. En la izquierda, a la borrachera de optimismo le ha seguido una dura resaca. «Para muchos prominentes progresistas el Jesucristo de la campaña se ha transformado en el nuevo Judas del Despacho Oval», atestiguó la revista 'The Rolling Stone' la semana pasada. «Obama no nos va a dar un cambio verdadero, sino calderilla y luego colgará la pancarta de 'Misión Cumplida'», dijo con amargura el presentador Cenk Uygur en la cadena MSNBC. Los más resabiados han empezado a cambiar la imagen de Obama en el icónico dibujo de la esperanza por el rostro de George W. Bush. Esta semana la revista 'Newsweek' le ha puesto el de John Boehner, que sustituirá a Nancy Pelosi en el Congreso si el Partido Demócrata gana la Cámara de Diputados este martes.
Pero no todo es culpa de la economía, el Tea Party o la decepción de los pacifistas. El estratega político Darry Sragow cree que Obama tiene un problema de comunicación. «No logra sacarle partido a lo que hace. Queda como que falla incluso cuando lo hace bien». Y eso es lo que cree también la Casa Blanca, que la histérica oposición del Tea Party anula cualquier redoble de tambores. La retirada de las tropas de Irak, la reforma sanitaria, la del sistema financiero... «Esta administración ha traído más cambios progresistas que los anteriores gobiernos demócratas en 12 años», aseguró a 'The Rolling Stone' Doris Kearns Goodwin, para quien Obama pasará a la historia como uno de los mejores presidentes. El martes hablarán las urnas.