
UN ASUNTO DEL CORAZÓN
Los socialistas difieren sobre las razones que han llevado a Velasco a su repentina dimisión
Actualizado: GuardarAlas seis de la tarde del pasado martes, Rafael Velasco entregaba la carta de renuncia a su escaño en el registro del Parlamento, luego cogió el coche y se largó hacia su casa en un pueblo de Córdoba. No tenía intención de volver, ni al Parlamento ni a su despacho de la sede del PSOE andaluz, del que era su número dos. Un abandono tan de sopetón de alguien de la primera línea política en Andalucía, además empezando como quien dice (tiene 37años), es insólito. El asunto de fondo es conocido: las subvenciones de la Junta que la empresa de su mujer ha recibido en los últimos cuatro años para dar cursos a desempleados. Al salir a la luz pública este hecho, ha provocado una polémica que, lógicamente, ha aprovechado el principal partido de la oposición para erosionar al que está en el gobierno. Hasta aquí, lo normal en la retorcida política.
Pero lo insólito del caso Velasco no es su marcha, sino las razones que ha dado para irse. Velasco defiende su inocencia y la de su mujer en la concesión de las ayudas. Hasta ahora no se ha descubierto nada irregular ni ilegal en dichas subvenciones. No hay denuncia, ni investigación judicial o policial. En definitiva, no hay caso. Como aclaró el Parlamento, tampoco hay incompatibilidad de Velasco como diputado. Otra cosa es la duda sobre si es ético o no al tratarse de un alto cargo del PSOE, partido en el Gobierno. Algunos socialistas recordaban esta semana que a Velasco le ha faltado sentido común y perspicacia para acordarse de lo que escribió Plutarco, lo de que la mujer del César no sólo debe ser honesta, sino parecerlo. Otros claman que lo que no les parece ético es sembrar sospechas sin pruebas sobre la honorabilidad de las personas, sólo porque el marido o la esposa se dedique a la política.
Las opiniones sobre la dimisión son variadas. Nadie se explica que, no habiendo caso, dimitiera de todos sus cargos, plantara su brillante porvenir. Algunos dirigentes del PSOE se quejan de su poca capacidad de aguante, de que en política hay que tener más cintura. Otros aseguran que ya conocían su mandíbula de cristal. El PP quiere buscar más razones que esa debilidad en la renuncia de Velasco y lanza sospechas de redes de subvenciones sobre cargos del PSOE, pero sin aportar pruebas.
Frente a este guirigay, insisto, lo insólito ha sido la razón dada por Velasco, la de su corazón. «Vas a convertir un partido de regional en uno de Champions League», le dijo Griñán. Velasco sabía que al dimitir iba a parecer que daba la razón a quienes meten su caso en el mismo saco de la corrupción política, cuando no es así. Este era el temor de Griñán, y no a la crisis en su partido, solventada de manera rápida con un reparto de poder.
«Dimito por dignidad», dijo. Algo realmente inusual en la política. Por dignidad, pero sobre todo por el honor perdido de su mujer. Velasco ha dicho basta al oropel de la vida pública al saber a su mujer al borde de un aborto por la presión y la vergüenza de verse carne de titulares. Algo «insoportable», ha calificado Velasco. Su lección está en que no todo se puede aguantar para mantenerse a flote en el magma de la vida política. Y ello le honra.
Para comprender las razones de Velasco recomiendo el libro 'El honor perdido de Katharina Blum', del Nobel alemán Heinrich Böll. Sirve igual la estupenda adaptación cinematográfica que hizo de la novela Margarethe von Trotta.