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DANIEL GUTIÉRREZ Actualizado: Guardar
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Un soldador malagueño en paro vende por Internet un riñón por 50.000 euros porque es la única forma que ve de salir adelante. Suena duro, pero no es ciencia ficción, sino la realidad que viven algunos en esta época que nos está tocando vivir. Una fórmula no válida para aquellos que creen que «es comprensible que este señor esté tan desesperado, que opte por vender un órgano de su cuerpo, pero nuestra leyes de sanidad son muy garantes para con todos y si se permitiera el comercio de estos, nadie podría estar seguro de ser raptado para extraerle sin su consentimiento los órganos que demande el poder del dinero», sustentada para otros por «'Zparo' y sus amiguetes», que «nos han llevado a este 'querido' estado social y del bienestar».

De mucho menor calado son los problemas que tienen los miembros de la Policía Local, pero también puede desembocar en una desgracia, ya que el SIP denuncia que sólo funcionan tres coches patrulla en la ciudad, por lo que, como advierte Antonio, «con este servicio es normal que los ciudadanos no tengamos seguridad en la calle».

Bueno, en la inauguración de Luz Shopping el otro día sí que estaba la gente segura porque la aglomeración de personas fue tal que alguna dotación policial tuvo que quedarse allí por si acaso. ¡Qué de gente! yomismo encuentra una fácil respuesta. «Me imagino las colas kilométricas para entrar todos los habitantes de la provincia cuya tasa de parados es la mayor de Europa, y lo que les sobra a todo el mundo es tiempo para tomar el sol los lunes, los martes etc», a lo que le añade María una afirmación con pregunta retórica incluida. «Estos que hacían las colas que eran los parados de la provincia, ¿no?, porque si no, no me explico que la gente no tenga nada que hacer a esas horas. Y si es así, ¿de dónde sacan el dinero si están parados? No lo entiendo», finaliza resignada esta internauta. Ya ves, al parecer hay gente al que no se le agotan los recursos. Yo lo tengo claro. La solución ante la crisis para muchos es: ¡Pisos, no; caprichos, sí!