opinión

El faltón y el llorón

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No comparto el insulto, y menos el falto de imaginación que te regalan sin conocerte en un lance con el coche o desde la grada del Bernabéu. Insultan los cobardes muy bien desde un sitio y otro. El faltón antes de insultar ya ha pensado una salida para no encontrarse con el insultado. No es el caso de Arturo Pérez-Reverte. De un ministro lo que menos espera uno es verle llorar. A alguien que se ha pavoneado con tipos como Hugo Chávez, Evo Morales, los hermanos Castro y el aprovechado Rey de Marruecos no esperamos verle descompuesto en el escaño mientras se le llenan las mejillas de agua. Como diría Rubalcaba, merecemos un Gobierno que no nos llore. O que vengan llorados de casa.

Corbacho, ese dechado de la política que dijo que ser ministro era un marrón y que todos los días tuvo dolores de tripa, se ha ido a Hospitalet sin llorar, y miren que éste tenía razones.

Moratinos, Curro le dicen, no lloraba porque dejaba de ser ministro. Lloró, y ahí si que la falta de compostura adquiera categoría de mierda, porque su jefe se lo dijo antes a unos cuantos periodistas. No se enteró por la radio, pero poco faltó. Fue esto lo que le provocó el llanto, así que ese lloriqueo no lo producía la emoción, sino la rabia, algo que los mierdas, en expresión de Arturo Pérez Reverte, no aguantan.

Soy lector de Pérez Reverte, le debo horas placenteras de lectura y nada más. Y nada menos. Cuado abro el colorín de este periódico, XL Semanal, siempre empiezo por él. Lo encuentro ingenioso, razonablemente exagerado, bronco pero no gamberro, noble y certero. Se que no le gusta la palabra, pero ese es su estilo. El estilo, diría APR –¿han reparado en que lleva las iniciales de Alfredo Pérez Rubalcaba?–, es escribir bien. O sea, la calidad es su estilo. Dicho esto, ¿con qué derecho insulta al canciller llorón? Con el que tiene, el que le da su libertad, su ánimo de provocador y la voluntad de equivocarse o no, algo que creo que le importa una higa en este caso.

Insulto es que te mientan, ver a tu ministro dando la mano a dictadores y monarcas caprichosos que nos chantajean; insulto es votar un programa y que gobiernen con otro; diseñar gobiernos de acuerdo a la paridad y no a la inteligencia; negar la crisis y sumar parados. E insulto es ver quejarse al socialista José Antonio Alonso así: APR es buen escritor pero le ha faltado contención con Curro. Que lo diga alguien que vive en un lugar, el Congreso, en el que se escuchan abucheos, pitos, pataleos, insultos anónimos y gritos, da que pensar. Pérez-Reverte seguirá escribiendo y Moratinos no volverá a ser ministro. Recordará el día que lloró, el día que le llamaron mierda, y agradecerá al padre de Alatriste que lo haya metido en la historia de esta España menor que huele tan mal.