LIBRES DE HUMO
Actualizado: GuardarDe algunas normas gubernamentales sólo nos puede librar el incumpliendo. Rara vez la rebeldía ante lo injusto o lo caprichoso y arbitrario es más eficaz que la simple determinación de no haber ni puñetero caso, pero por una vez, que servirá de precedente, el motín se ha producido: los bares van a llevar al Gobierno ante los tribunales por el tabaco, mejor dicho, por su prohibición. Cuando entró en vigor la ley de los espacios libres de humo, no nos entraba en la cabeza, pero siguió entrándonos en los pulmones. ¿Cómo impedirle al alguien que se fume un cigarrito mientras los estancos estén abiertos? Se declaró que era algo execrable lo que sigue constituyendo un gran negocio para los ávidos recaudadores. Está claro que fumar es malo para la salud, pero sólo para la salud, ya que para todo lo demás es buenísimo. El timo consistió en obligar a discotecas, restaurantes, bares y tabernas a crear zonas donde se consintiera. Se adecuaron ámbitos donde era apropiado envenenarse y muchos propietarios realizaron grandes inversiones. ¿Quién les devuelve el dinero ahora que no se puede fumar en ningún sitio, salvo en el retrete de nuestra casa? Cinco años después de que se produjera la higiénica medida muchos empresarios de hostelería siguen pagando en incómodos plazos los créditos de la reforma.
Quizá fuera mejor impedir otros olores. Algunas comunidades huelen que apestan, pero sus eventuales virreyes piensa, como Vespasiano, que el dinero no tiene aroma, ya provenga del impuesto a un urinario público o de un consejo de administración privado. Han cerrado unos 15.000 establecimientos semejantes a los que amaba Omar Kheyyan, que se pregunto en una 'rubaiyata' qué cosa podrá comprar el tabernero mejor que el vino que vende. El gran Kheyyan, que murió en el siglo XI de nuestra Era, tendría hoy un cabreo importante. Y eso que no fumaba.