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Un preso pega a un funcionario de Puerto III al no poder ir al entierro de su madre

CÁDIZ. Actualizado: Guardar
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Comparte apodo con uno de los asesinos más crueles de la historia negra de España. 'Mataviejas' también le llamaban a José Antonio Rodríguez, un santanderino que acabó con la vida de 16 ancianas. En Puerto III hay otro Mataviejas (Bernardo M. N.), de perfil conflictivo, que a punto estuvo de herir a un funcionario el viernes. No aceptó de buen grado que le negaran un permiso para ir al entierro de su madre.

Este episodio se suma a otros tantos que según la sección sindical de Acaip-USO en Puerto III están elevando la conflictividad interna a niveles muy preocupantes en un recinto que sólo lleva funcionando tres años. Según fuentes consultadas por este periódico, se han producido 17 incidentes en el mes de octubre. Si bien, los más graves no llegan a la media docena. Uno de esos ataques fue divulgado ayer mediante un comunicado con el que los funcionarios tratan de llamar la atención sobre la situación que reina en una de las cárceles modelo del país, un prestigio institucional que le viene dado por su capacidad y por tratarse de uno de los centros más modernos.

Bernardo M. N. cumple condena por haber asesinado a una anciana. Fue de los primeros presos que ocuparon las celdas inauguradas en 2007, procedente de la prisión de Huelva, su localidad natal. El viernes por la mañana su educador le dijo que podría salir custodiado para acudir al entierro de su madre. Las mismas fuentes señalaron que este tipo de permisos son habituales siempre y cuando el traslado no suponga un gran riesgo. Sin embargo, media hora después fue informado de que pese a tener la documentación preparada y lista para que la firmara, la dirección no había autorizado la salida.

Según detalla el comunicado, a las 17.00 horas el Mataviejas se dirigió al gimnasio del módulo, donde supuestamente dijo a otros internos que iba a «cortarse las venas y ahorcarse con los cordones». Advertidos por el resto de presos, los funcionarios acudieron al gimnasio para evitar que cumpliera con su palabra. En ese momento, Bernardo M. N. «rompió un palo de fregona y se dirigió corriendo a asestar un pinchazo» a uno de los ellos, que «logró repeler la agresión y reducir al interno para separarlo del resto de los presos».