EL MAESTRO LIENDRE

¿CUÁNTO NOS CUESTA TODO?

Algunos pacientes de la sanidad pública recibirán, a partir de mañana, resguardos con lo que pagarían por la atención recibida

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Igual es fruto de una perversa alianza. La cultura de lo gratis es uno de los hijos más feos de la unión entre nuestro reciente estado del bienestar (aquejado ahora de un resfriado o una enfermedad terminal, según versiones) y esa revolución tecnológica que ha resumido nuestras vidas a pantallas.

Entre una cosa y la otra, el 'porlacara' se dispara. Aunque lo consideremos una costumbre muy gaditana, resulta que la versión local es candorosa (pestiños, anís, erizos, berza...) comparada con la mundial que reclama música, literatura, dibujos animados, cine, información, comunicaciones telefónicas, pensiones o medicinas sin que el usuario final pague un chavo a cambio. Y sin ponerse en cola en San Francisco ni Candelaria.

Como dice un compay viajero, al que esa bastarda ola convertida en marea le trae frito, lo gratis, por definición, no vale un duro. Es obvio, pero hay que recordarlo ahora más que nunca cuando todos queremos que el fruto del trabajo de técnicos, artesanos o estructuras enteras nos llegue sin pago alguno. Además, aspiramos a que sigan produciendo igual, sin percibir por su obra ningún alimento ni recompensa, hasta el fin de los días.

En realidad, todos sabemos que nada es gratis. Incluso que todos pagamos, y caro, por todo, aunque sea de forma indirecta, por vías invisibles, pero nos gusta vivir en ese espejismo del creciente acceso regalado a casi todo.

El precio de las urgencias

Para despertarnos, la Junta de Andalucía anuncia la puesta en marcha, mañana mismo, de las denominadas 'facturas sombra'. Vienen a ser un documento informativo que sirve para que el paciente sepa lo que ha costado la intervención, el tratamiento o el ingreso que ha recibido. Sólo es orientativo. Como para decirte: «Mira lo que habrías pagado en una clínica privada». Te enseñan la «dolorosa» pero no te la endilgan.

Es fácil compartir el carácter didáctico de la iniciativa. Bien está que empecemos a desterrar que recibimos servicios (y buenos, como se puede comprobar viajando) sin pagar nada. Sí que cuestan. Viene a ser un resguardo que justifica en qué acaban los impuestos de todos para que aprendamos a saber qué valen nuestras necesidades sanitarias, que unos pocos usan con la frivolidad que tanto daña a los que las precisan de veras.

Dado el aplauso, sin sombra de ironía, estaría bien extender la cultura del 'ojo, nada es gratis' a otras actividades y gastos que realizan, por teórica delegación nuestra, las instituciones públicas. Cobraría aún más valor el gesto del Servicio Andaluz de Salud si, por ejemplo, los programas de Canal Sur u Onda Cádiz (o cualquier otra tele pública) llevaran alguna vez sobreimpresionada información 'sombra'. Algo como «este programa le cuesta 132 euros anuales a cada contribuyente andaluz» o gaditano. Así, valoraríamos si nos parece poco o mucho por el programa de los niños de Juan Imedio o por el enésimo anuncio propagandístico que los partidos vuelcan en ese teórico servicio público. Los coches oficiales también podrían llevar una pegatina en la puerta con lo que valen, igual que los carros tuneados llevan la lista de marcas que les han instalado.

Los eventos públicos, desde una procesión a una cabalgata, de un mercadillo a un espectáculo callejero, podrían incluir un panel 'sombra' en el que se dijera lo que ha costado, por cabeza contribuyente, el dispositivo de instalación, seguridad y limpieza. Igual, las más de las veces nos parecería un precio adecuado... O no, pero podríamos juzgar. ¿Y los dispositivos de escolta para los grupos ultra del fútbol? ¿cuánto cuestan a los que van al estadio y a los que no? ¿Y los croqueteos institucionales? A la vista de la factura, igual podríamos aportar unos tupper y si nos trajera más cuenta ¿Y las dietas? ¿Y las grandes obras? Al ver el desglose podríamos decir: me alegro de poner 52 euros en este teatro, no tanto de los 41 de aquel estadio, esa fuente, aquel puente.

Estaría bien recibir en casa resguardos de lo que nos cuestan los asesores o los puestos triplicados o cuadruplicados por administraciones que se solapan, lo que nos gastamos en sus móviles, dividido por cada paisano paganini. Por ver si se apañan con uno más baratito que funcione bien, quizás.

Parece sanísimo empezar a saber qué nos cuestan los servicios públicos. Pero, claro, todos. Las verdades, enteras, son todavía más saludables que por sectores.