Sociedad

Medea's way

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Peky Andino, autor y director de este montaje, se sirve de la historia de la célebre Medea para hablarnos de migración; concretamente del éxodo ecuatoriano. Medea, en el texto original, es una hechicera enamorada del príncipe Jasón, a quien ayuda a conquistar el vellocino de oro dejando un reguero de sangre y traiciones familiares en su camino. Después de seguir ciega, loca y desenfrenada a su amado, Medea, -ahora extranjera-, termina siendo, desterrada y abandonada por él; razón por la cual, en venganza, asesina a sus hijos.

En ésta revisión contemporánea de Zero no Zero Teatro, la transposición de elementos nos encara con una Medea convertida en alegoría, una especie de madre de su pueblo o Patria, que intenta hacer volver a sus vástagos con su padre Jasón/Ecuador. Lo interesante de la propuesta es que con ésta madre desesperada por captar la atención de sus hijos perdidos, se profundiza y se cala hondo en el complejo y espinos tema de la inmigración y sus consecuencias. De este modo, el desasosiego, la marginación, el desamparo y la miseria se hacen evidentes para una Medea que desde Nueva York llama a su amado Jasón/Ecuador para contarle su desesperado periplo por conseguir que sus hijitos vuelvan, o no la abandonen, o al menos la recuerden o miren hacia ella, con la intención de que no se pierdan como hormiguitas ilegales, en el marasmo y el abismo de la soledad y el desarraigo.

Toda esta pretención temática de la obra, está precedida por un texto de potentes reflexiones y metáforas que no nos dejan indiferentes -aunque por momentos su construcción se acerque más a la literatura que al teatro-, pero que se resuelven de forma eficaz en escena con el trabajo contenido y bien regulado de María Beatriz Vergara. Se percibe cierta complicidad entre actriz y director pues lo que podía haberse convertido en un trabajo lleno de histrionismos e histerismos, se logra sintetizar en finas y sutiles secuencias de movimientos, gestos y matices que, pese a que no permiten ver del todo los recursos de la interprete, si dejan buena cuenta de su temperamento. Hay que destacar los espléndidos hallazgos en el diseño del espacio sonoro, pues aportan momentos y ambientes de tensión, intensidad y acción dramática al desarrollo del personaje y a la obra en su conjunto. Un espectáculo impecable técnicamente, contundente, profundo e inteligente pero para un público sensible y abierto a este tipo de experimentos y problemáticas que sobrepasan lo ecuatoriano, y trascienden hacia lo universal.