CARTAS A LA DIRECTORA

Sobre la lealtad

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Leal es el que guarda fidelidad, el que es incapaz de engañar, el que no abandona a alguien o algo determinado con el o lo que se ha comprometido. Y por esto la lealtad es más importante y amplia que la fidelidad, ya que la abarca por ser ésta tan sólo el primer grado de la correspondencia a la confianza, al amor o a la amistad, pero que no incluye el vínculo de la unión comprometida que llega a la incapacidad de engañar, y mucho menos abandonar. En España se ha establecido ya la perversa costumbre de aceptar que el engaño forma parte de la vida pública, especialmente desde que el PSOE alcanzó el poder en 2004 con una trágica mentira y que el jefe de su Gobierno, Zapatero, ha extendido la mentira por todos los rincones de la acción política. El último gran ejemplo de este escarnio ha sido la negación de la actual crisis a sabiendas para ganar las últimas elecciones de 2008, con las consecuencias de retraso y decadencia de la competitividad del país que ahora son evidentes, y de su moral, llegando al extremo de avivar los resentimientos y rescoldos de la Guerra Civil por una miserable perspectiva de votos radicales de la izquierda, que también se siente traicionada por sus políticas cínicas. Pero lo peor, si cabe, es que cantidad de formadores de opinión consideran que esta práctica de cinismo e hipocresía es normal en la vida pública, en vez de luchar con toda la fuerza cívica por su erradicación, como se hace en las democracias consolidadas de nuestro entorno europeo, en que la tolerancia con las chapuzas políticas es infinitamente menor que en España. Conviene recordar que cuando España fue imperio los reyes imponían normas de ética en la política. Todo lo contrario de lo que desgraciadamente se practica hoy. Esta degeneración está en la raíz de la presente decadencia como nación, cada día menos respetada incluso por países tercermundistas. Y de ella sacan ventaja como carroñeros con el consentimiento y disimulo del PSOE los partidos nacionalistas, con desprecio del destino común que representa la nación española. Pues bien: conviene reflexionar que todo ello es consecuencia de la falta de lealtad para con España, y que no podrá tener solución hasta que el país no ponga al frente del Gobierno a un político responsable que dé la vuelta a la situación para recuperar lo que nunca se debió haber perdido, que es la lealtad a todos los españoles.