Más que paridad. Zapatero, con las nueve ministras del Gobierno que salió de las elecciones de 2008. :: EFE
ESPAÑA

El ministerio de la imagen

Los cambios en el Ejecutivo certifican el final de un modelo: las ministras como icono de progresismo y modernidad

BILBAO. Actualizado: Guardar
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Los cambios en el Gobierno se representan de manera simbólica por el traspaso de carteras, esos maletines de aspecto respetable que cambian de manos con solemnidad, como si los papeles impresos fuesen igual de importantes que en tiempos de la tinta y el secante. Pero las mujeres que accedieron al Ejecutivo en 2004 se hicieron cargo también de una cartera invisible -uno se la imagina de diseño, con buen acabado y algún detalle coquetón- que tuvieron que asumir entre todas, como una tarea añadida a las responsabilidades de sus puestos: el ministerio de la imagen. Aquel cometido extra tuvo sus rasgos polémicos, como el inolvidable posado para 'Vogue' en La Moncloa, que algunos experimentaron como una frivolidad intolerable y otros, como un alivio estético dentro de un mundo de hombres aburridamente encorbatados, pero lo que de verdad contaba era su potencial de generar etiquetas duraderas: Zapatero se convirtió en un campeón de la igualdad, de los derechos sociales, de lo moderno, y esas atribuciones no eran una reflexión vacía sino algo que, caramba, se veía en las fotos. Las hemerotecas muestran el entusiasmo desbordado de la prensa extranjera, empeñada en resaltar cómo España, cuna del idioma que había alumbrado el término 'machismo', se ponía en cabeza del progresismo mundial.

El presidente encontró cómo superarse en 2008, al nombrar más ministras que ministros, pero el tiempo y las circunstancias fueron desgastando el brillo del icono. En los últimos tiempos, esa imagen de las ministras como conjunto que superaba la suma de sus partes se había ido al traste, dinamitada por la crisis. «Sí, las ministras fueron un icono en el zapaterismo del Estado feliz y la economía poderosa que se anunciaba como potencia mundial. Pero el discurso de la paridad, encantador en aquel primer momento, con una situación de gran bienestar, ha ido perdiendo protagonismo. En un país con cuatro millones largos de parados, esa imagen se ha vuelto irrelevante», reflexiona el periodista Teodoro León Gross. El nuevo Gobierno que salió ayer de la batidora de Moncloa se define ya como «el de las reformas», un equipo donde el segundo de a bordo, por primera vez con Zapatero, es un hombre y donde los varones, también por primera vez, suman uno más que las mujeres. Ya no queda nadie de 2004 y se ha certificado la defunción de aquel maltrecho ministerio de la imagen, al tiempo que desaparecían los de Vivienda e Igualdad. El primero es ficticio, una invención, pero no falta quien sitúa los otros dos en ese mismo plano.

«El glamour asociado a la paridad se fue perdiendo de vista con el tiempo: uno deja de fijarse en que haya tantas ministras y empieza a fijarse en cómo lo hace cada una. Y, siendo justos, sucedía que, con alguna excepción, las carteras con pocas competencias, lo que yo llamo 'carteras de fantasía', estaban en manos de mujeres», señala el sociólogo José Ignacio Wert, fundador de Demoscopia y presidente de Inspire Consultores. Ese desequilibrio quedaba claro cada vez que los ministros se ordenaban en plan escalafón: en el banco azul del Congreso, la parte final era dominio de las mujeres; en la web oficial del Gobierno, con las fotografías de los ministros organizadas en tres filas, había dos mujeres en la primera (De la Vega y Salgado), una en la segunda (Chacón) y seis, todas las demás, en la tercera. Algunos comentaristas políticos han esgrimido ese desigual reparto como prueba de que el feminismo de Zapatero no es más que un mero gesto, un brindis ávido de aplauso, pero Wert no lo interpreta así: «Todas las políticas tienen un componente gestual, pero yo creo que esto es precisamente una de sus convicciones. Otra cosa es que tenga un recorrido limitado: ya no importa cómo sea de paritario el Gobierno, sino cómo sea de eficaz».

En el país de épocas más recientes, acorralado por la crisis y la tijera pública, las ministras menos relevantes fueron desapareciendo y otras en las que se habían depositado grandes esperanzas -Cristina Garmendia es el caso evidente- vieron cómo el recorte presupuestario desvirtuaba su labor, mientras que las más significativas se vieron directamente en el ojo del huracán.

Fuera del 'nucleo duro'

María Teresa Fernández de la Vega, emblema de aquella 'generación de 2004', fue perdiendo peso con el protagonismo cada vez mayor de Alfredo Pérez Rubalcaba y la entrada en el Gobierno, en 2009, de José Blanco. «Fernández de la Vega no estaba entre las personas con más influencia en el 'núcleo duro' del presidente, que básica y casi exclusivamente se reduce a Blanco y Rubalcaba. Tuvo un papel muy importante como sostén en la primera época de Zapatero, pero desde el principio no fue políticamente relevante en el sentido de hacer variar sus decisiones», explica Inmaculada Sánchez, subdirectora del semanario 'El Siglo' y autora de 'Las zapatistas', un libro sobre las mujeres que rodean al líder socialista.

También ella coincide en señalar que la legislatura se ha ido centrando en «otros problemas» que han quitado sentido al equipo de ministras como «estandarte de una manera de hacer política».

¿Qué mujeres tienen influencia, entonces, sobre Zapatero? Inmaculada Sánchez reduce la lista fundamentalmente a una: «Carme Chacón sigue cercana a él y, desde que se casó con Miguel Barroso y se estableció en Madrid, está en el circuito de amistades del presidente. Yo creo que todavía puede convencerle de ciertas cosas. Carme es la esperanza blanca de Zapatero, que apostó muchísimo por ella: es 'marca Zapatero' y eso la ha diferenciado mucho de otras ministras». La figura de la titular de Defensa, que se instaló para siempre en la memoria visual de este país cuando pasó revista a las tropas embarazada de siete meses, ha ido adquiriendo un nuevo relieve durante la legislatura, hasta el punto de que en los últimos tiempos se menciona su nombre como posible sucesora en caso de que el presidente no opte a la reelección. Y, desde luego, es uno de los pilares de la continuidad del Gobierno tras los cambios de ayer.

El asesor de comunicación Yuri Morejón no ve descabellada la idea de una Chacón candidata. «Encaja por trayectoria y por edad: tiene 39 años, y todos los presidentes electos estaban entre los 40 y los 45 años cuando fueron elegidos. No está asociada a la gestión económica y mantiene buena relación con Zapatero y con Felipe González, junto a quien escribió hace poco un artículo de tono presidencial. A menudo pasa desapercibido, además, que su marido es experto en comunicación política e íntimo de Zapatero. Tiene más pros que contras y brindaría un perfil abismalmente opuesto al de Rajoy».