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Los Obama piden un nuevo 'yes, we can'
El matrimonio presidencial hace un alarde de complicidad para intentar convencer al electorado
NUEVA YORK. Actualizado: GuardarHacía dos años que no se veía a los Obama abrazados en un escenario deleitando a sus seguidores. Y si bien la magia del sueño que crearon entonces se ha desvanecido, la del amor que proyectan sigue incandescente. O al menos la adoración que iluminaba el domingo el rostro del presidente mientras abrazaba a su esposa, como en el baile que embriagó la fría noche de enero en la que llegaron a la Casa Blanca.
«Ya sé que ha pasado mucho tiempo desde el día de la inauguración en Washington, y Beyoncé y Bono no están cantando», reconoció Barack Obama. «Sé que a veces es difícil volver a capturar esa sensación de que todo es posible. Sé que a veces es difícil volver a decir 'sí, se puede'. Pero entonces empiezas a pensar, 'bueno, a lo mejor, no sé'. Esto no solo es un eslogan».
Y como si fuera un conjuro las 35.000 personas que se habían concentrado al aire libre en Cleveland (Ohio) encontraron en sus corazones el entusiasmo necesario para volver a corear el famoso 'yes, we can' que hizo posible el sueño del cambio.
No era fácil, como reconoció el presidente. En estos dos años de desilusión los estadounidenses han visto cómo pasa el tiempo sin que nada cambie sustancialmente. Guantánamo sigue abierto, las cárceles secretas aún existen, las comisiones militares han retomado su actividad, EE UU sigue perdiendo la guerra, los bancos vuelven a ganar más dinero que nunca, pero 100.000 personas pierden su casa todos los meses y cuatro millones más se han quedado sin trabajo. La reforma sanitaria ni siquiera merecía tal nombre y de la financiera para qué hablar. Y eso era en los buenos tiempos, cuando el partido de Obama gobernaba con mayoría absoluta. Ahora que las encuestas le auguran un batacazo el 2 de noviembre, la carroza puede convertirse en calabaza.
«Seamos honestos, éstas son unas elecciones difíciles», admitió Obama. Si sus seguidores no se remangan la camisa y vuelven a tocar a todas las puertas para sacar el voto a la calle, los republicanos prometen deshacer todo lo que ha aprobado, incluyendo su querida reforma sanitaria. «Ohio, es hora de que les digáis que no queremos lo que nos están vendiendo. Ya hemos estado ahí y no queremos volver atrás».
Ese discurso impactaba con más fuerza cuando la imagen de George W. Bush y sus halcones se iluminaba en la mente de los votantes. Ahora, «el imperio contraataca», advirtió cinematográficamente el presidente. «Para ganar estas elecciones meten decenas de millones de dólares en grupos de fachada que publican anuncios engañosos por todo el país».
Votante desilusionado
El lapsus de entusiasmo que los Obama tratan de llenar puede medirse. Según una encuesta de Associated Press, la mitad de los que votaron por él en 2008 están pensando -o ya han decidido- hacerlo por el Partido Republicano. La desilusión es tal que sólo la mitad de sus electores se plantea siquiera ir a las urnas, mientras que el 75% de los que apoyaron a John McCain promete no faltar.
Los demócratas saben que perderán la Cámara de Diputados y sólo aspiran a conservar el Senado, donde cada uno tiene que aguantar su asiento como si de ello dependiera todo el partido, porque así es. Los Obama pasarán las próximas dos semanas saltando de esquina a esquina al rescate de los aspirantes que peligran pero aún son salvables, como Barbara Boxer, en California; Harry Reid, en Nevada; Michael Bennet, en Colorado; Russ Feingold, en Wisconsin; Patty Murray, en Washington. Obama tendrá que ir sólo, sin su adorada Michelle que le presentó en Cleveland como el amor de su vida, antes de traerle de vuelta a la realidad que le acompañará más allá de la Casa Blanca. "No es verdad que lo más importante es que yo sea presidente de EE UU», protestó sacudiéndose la pesadilla de estas elecciones. «Lo más importante es que soy el marido de Michelle y el padre de Sasha y Malía. Así que es agradable tenerla conmigo. Normalmente voy yo solo, escuchando mi iPod. Esta vez hemos tenido una maravillosa conversación por el camino y ya me está diciendo lo que tengo que hacer, de verdad», sonrió divertido. ¡Tengo testigos!».