Dilma Rousseff se fotografía con una seguidora durante un acto de campaña de cara a la segunda vuelta celebrado ayer en Sao Paulo. :: AP
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Rousseff paga su postura sobre el aborto

El socialdemócrata Serra aprovecha la ambigua posición de la favorita a la presidencia de Brasil para lanzar un duro ataque y reducir al mínimo su ventaja

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Dos semanas después de su victoria en primera vuelta por casi catorce puntos porcentuales, Dilma Rousseff, la candidata con más posibilidades de ser la nueva presidenta de Brasil, siente cada hora como su rival, el socialdemócrata José Serra, le pisa los talones. El próximo día 3 se define la contienda y la brecha entre los competidores se ha reducido a cinco o seis puntos, según las encuestas.

Los grandes temas de la campaña han sido el aborto y el matrimonio homosexual. O mejor dicho, el eje de la disputa pasa por la religión, una verdadera encerrona en un país donde el Estado y las creencias son asuntos separados pero donde la sociedad cada vez se inclina más por el culto, sobre todo de la Iglesia evangélica. Tanto Rousseff como Serra tenían posiciones progresistas sobre estos asuntos en otra época.

La candidata del presidente Luiz Inácio Lula da Silva había argumentado que la interrupción del embarazo era un problema sanitario en Brasil y de ahí la necesidad de eliminar las penas de prisión de hasta diez años para quien incurra en dicha práctica. Serra, que fue ministra de Salud, había ordenado regularizar los abortos permitidos en caso de violación o de riesgo para la vida de la madre.

Pese a estar prohibido, en Brasil se producen 1,5 millón de abortos clandestinos y al menos 250.000 mujeres terminan hospitalizadas por prácticas inseguras que llevan a muchas de ellas a la muerte. No obstante, en la pugna desatada de cara a la segunda y definitiva vuelta, Rousseff se ha inclinado por decir que está «personalmente contra el aborto», sin más. La aspirante del Partido de los Trabajadores (PT) ha procurado defenderse así de un brutal ataque de Serra, apoyado por grupos conservadores y de las iglesias, y frenar también su ascenso en las encuestas.

Resultados distintos

El sondeo de Sensus publicado la pasada semana otorgaba a Rousseff el 46,8% de los apoyos, muy poco por encima del casi 47% que obtuvo en la primera vuelta. Serra alcanzaba el 42,7%, que son casi 14 puntos más que el porcentaje de votos obtenido el 3 de octubre. Otra encuesta, la de Ibope, ofrecía un resultado de 49% frente al 43%. En todos los casos, Rousseff aparece como favorita, pero la distancia se ha acortado dramáticamente respecto a hace dos semanas. Los analistas señalan que el candidato socialdemócrata está capitalizando mejor los votos de Marina Silva, la aspirante del Partido Verde, ex ministra de Lula, que sorprendió en la primera ronda al sumar el 20% de los sufragios. Ese caudal es el que está ahora en disputa. Silva acaparó no solo a votantes preocupados por el medio ambiente. La dirigente pertenece a la Iglesia evangélica, una religión que ya captó al 25% de los brasileños, muchos de los cuales la apoyaron en las urnas. Silva está contra del aborto, pero encontró una forma de dirimir la polémica hacia el propio electorado. En su plataforma propone convocar un referéndum para decidir si se despenaliza o no la práctica. Por eso muchos la votaron.

Rápidos para analizar este escenario, los asesores de Serra propusieron una campaña salvaje. Mostraron al candidato como «un hombre de familia que condena el aborto y defiende la vida». Su propaganda también presenta a pastores evangélicos llamando a votar por el socialdemócrata, y hasta su esposa, la chilena Mónica Allende, acusó a Rousseff de querer «matar niñitos». La acusación fue respondida por dos ex alumnas universitarias de Allende, quienes revelaron que en su época de docente confesó que durante la persecución política en Chile ella misma debió someterse a una interrupción del embarazo antes de exiliarse a EE UU, una confidencia que ahora está en el centro de la campaña del país más grande de América Latina.