El presidente Piñera posa junto a los 33 mineros rescatados en el hospital de Capiapó, donde se recuperan de su traumática experiencia. :: REUTERS
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Piñera garantiza mayor seguridad laboral

El presidente chileno promete a los mineros que no se trabajará más en condiciones tan inhumanas

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«Señor presidente: le entrego el turno como habíamos acordado en nuestra primera conversación y espero que esto nunca vuelva a ocurrir», le dijo solemne al presidente Sebastián Piñera el jefe de turno, Luis Urzúa, el último de los 33 mineros en ascender sano y salvo desde el refugio subterráneo donde han permanecido atrapados setenta días. Nada más abandonar la cápsula que devolvía a Urzúa a la superficie Chile estalló de júbilo. La entrega del relevo simbólico más largo de su vida al mandatario fue una metáfora de la tarea que tiene ahora pendiente el Gobierno: cambiar las normas de seguridad laboral para que este accidente, que pudo haber acabado en tragedia, no se repita.

«Don Luis Urzúa», le respondió Piñera formal, con la emoción contenida. «Recibo su turno y le felicito porque cumplió con su deber saliendo último como lo hace un buen capitán». Y después agregó: «Espero en muy pocos días poder anunciar un nuevo trato con los trabajadores y las trabajadoras chilenos». El compromiso lo reiteró posteriormente en discursos y entrevistas, incluso ayer después de visitar a los 33 mineros en el Hospital de Copiapó, donde todos pasaron la noche. «Nadie puede garantizar que no haya más accidentes, pero sí podemos garantizar que nunca más vamos a permitir que en nuestro país se trabaje en condiciones tan inseguras y tan inhumanas como en la minera San Esteban», declaró el dirigente conservador.

«Esto no va a quedar impune. Los que tengan responsabilidades van a tener que asumirlas. Pero también ha sido una lección para el Gobierno: debemos mejorar nuestros sistemas, nuestros procedimientos para resguardar mejor la vida, la integridad y la dignidad de nuestros trabajadores, y no solamente en la minería, en el cobre, en la construcción, el transporte y la pesca», prometió Piñera.

Emoción desbordada

Urzúa coronó un operativo que desbordó la emoción. No fue trasladado de inmediato a la revisión médica como ocurrió con los otros mineros. Relajado, sonriente y comunicativo, a él se le permitió quedarse un rato con el presidente y algunos de sus colaboradores para hablar sobre la experiencia que vivieron los primeros diecisiete días, cuando no se podía contactar con ellos y se dudaba incluso que estuvieran vivos. El jefe del retén atrapado contó que cuando se produjo el derrumbe el polvo tardó unas tres horas en disiparse y todos temieron por los compañeros que acababan de salir.

Al principio fue el caos hasta que «primó la cordura», reveló Urzúa. La comida era «muy poquita» y tuvieron que administrarla al extremo de comer un bocado cada 48 horas. Al igual que el resto de los rescatados, su relato demostraba que estaban seguros de que saldrían. Habían ensayado un protocolo para cuando llegara una sonda de rastreo como la que finalmente asomó el 22 de agosto.

Pero nadie respetó el acuerdo cuando vieron que habían contactado con ellos y se abrazaron al conducto para colgar sus peticiones. «Tengo hambre», «manden pan», fueron algunos de los mensajes que no llegaron. «Llegó el que tenía que llegar», concluyó Urzúa refiriéndose al que decía: «Estamos bien en el refugio los 33». La valentía del jefe del relevo para resistir, y para exigir al presidente que algo parecido no vuelva a ocurrir, se repitió después, cuando salió el último y corajudo rescatador, Manuel González, que había sido el primero en bajar a buscar a los mineros. Cuando partió en la medianoche del martes, Piñera lo había despedido con una misión casi imposible. «Buena suerte. Lo esperamos de vuelta. Tráiganos a los mineros». González cumplió. Se quedó en el refugio hasta el final y al subir le devolvió el reto al presidente.

«Ojalá no pase más»

«Don Manolo -le dijo el presidente-, usted estuvo hasta el final, ¿cuál fue su último pensamiento al subir». Y el salvador respondió directo: «Que ojalá nunca más pase esto, que nos sirva de experiencia para que las cosas en la minería chilena sean diferentes». Y luego matizó. «Yo trabajo en una empresa como Codelco donde las cosas se hacen bien. Espero que en la pequeña minería se legisle para que las cosas se hagan también como corresponde». Con humildad, González dio en la tecla.

La gran empresa minera estatal del cobre, Codelco, estuvo detrás de toda la ingeniería del rescate. Puso su maquinaria, sus recursos humanos, su experiencia y conocimiento para un salvamento impecable y sin precedentes. Pero junto a ella y a otro puñado de grandes firmas privadas hay una gran cantidad de pequeñas y medianas mineras la de San Esteban, la responsable de este accidente, que sacrifican la seguridad en pos de maximizar ganancias.

Piñera visitó ayer a los mineros en el hospital, antes de que algunos comenzaran a abandonarlo. Bromeó con ellos y les invitó a acudira la sede presidencial de La Moneda el día 25.