DIEZ DEL DIEZ DEL DIEZ ¿DOCE?
La espantada en Valcárcel confirma que, de todos los apartados del Bicentenario, el de los equipamientos turísticos es el mayor fracaso
Actualizado: GuardarHoy es diez del diez del diez. Y por esas cuentas informales de la sensación resulta que no sale Doce. El sueño del Bicentenario dio esta semana otro paso atrás, fue en Valcárcel, y queda poco espacio tras el culo. Si volvemos a retroceder estaremos al borde de una decepción (lo único que ya nos sobra a todos) y más lejos de los objetivos que alguna vez creímos posibles.
Esto de las efemérides, de los eventos con «proyección internacional», de la naturaleza que sean, proporciona la promesa de muchos premios intangibles. Prestigio, promoción, resurrección de conciencia histórica, reactivación educativa y ciudadana... Avances que resulta difícil cuantificar. Nos dicen que vienen bien y así tenemos que creerlo. Nos conviene. Si albergamos expectativas -siempre tan peligrosas-, corremos el riesgo de verlas truncadas. Si nadie espera nada del Doce, resulta que «no ilusiona, no ha calado entre la población y todo se realiza a espaldas de la gente». Así que todos, en algún momento hacia la mitad de la década, decidimos creer que sí, que nos vendría bien, que pasaría algo y sería bueno.
Y una vez instalados en esa convicción, empezamos a ver que uno tras otro se caen, se atrasan o se complican los proyectos colectivos que nos habían pedido que colgásemos en ese perchero multiusos, de buena madera, fabricado hace dos siglos. Ya puestos, y al margen de lo teórico, de lo académico, caímos en la cuenta de que este tipo de citas permiten una contabilidad práctica, esa que tan mal se nos da a los gaditanos, y que pueden dejar dos beneficios claros: infraestructuras y renovación del sector servicios.
En el primero de los casos, todos hemos sido muy generosos. Aceptamos segundo puente, hospital y AVE como animales de compañía. El primer proyecto tiene 30 años de trayectoria y, sea o no tan necesario como se dice, no es más que una coincidencia fruto de muchos retrasos.Nada tiene que ver con un impulso del Doce.
Los otros dos responden a necesidades palmarias, sin conexión de ningún tipo entre ellas ni con la fecha. El Puerta del Mar está obsoleto y, además, su recambio no estará ni para el año 'mágico' ni para el siguiente ni para el otro. La red de alta velocidad hace tiempo que tendría que extender su tela de araña (casi ubicua ya) al extremo sur de la península. Todos decidimos que estaría bien ajustar esas cuentas en 2012. Todos decidimos olvidar que hubiera estado bien no llegar a ese año con tanta tarea pendiente.
Pero si ese primer bloque práctico del Bicentenario está basado en varios autoengaños colectivos, el segundo se enfrenta, directamente, al fracaso. La Bahía de Cádiz, sin más tejido industrial que las migajas que le caen a Navantia y la esperanza por confirmar de la aeronáutica, no tiene otro panorama económico real que el sector servicios. Pero orgullosos como somos, nos resistimos a ser camareros porque nuestro bisabuelo tuvo una naviera que comerciaba con Cuba y aún queremos vivir de ese cuento. Por la secreta altivez del que se cree profesional pero carece de trabajo, somos incapaces de rebelarnos ante el peor de los fracasos del Doce: el turístico.
Nuestra planta hotelera, antigua e insuficiente, necesitaba un impulso enorme. La fecha era la ideal, porque tenía fuerza publicitaria. Pero la dejamos pasar porque, en realidad, los hoteles nos parecen de pobres y nosotros, hace 200 años, fuimos todos cultos, cosmopolitas y ricos.
Esa sorda resistencia pasiva es la única explicación posible para que admitamos como normal que una ciudad que quiere ser turística haya aniquilado su vida nocturna. O que la mejor esquina del Paseo Marítimo, un enorme solar de incalculable potencial comercial, vaya a estar cerrada diez años como mínimo con una excusa falsa y sin un plan concreto. Sin que nadie diga nada. O que asumamos como inevitables retrasos de lustros en proyectos hoteleros de cinco estrellas en una ciudad sin recintos de esa categoría. O que nadie tenga clara la oferta cultural a dos años vista. O que admitamos que el inflado papo burocrático entre instituciones frene proyectos como el de Valcárcel y La Viña. Que eso suceda después de que se hayan firmado documentos y creado consorcios para evitarlo...
Nadie en sus cabales quiere dar patente de corso a un empresario para que ponga en pie un proyecto a toda prisa, pero alguna vez tendremos que entender que la tramitación, siempre bajo la más estricta vigilancia pública, debe ser cuanto más rápida, sobre todo en un lugar con tanta querencia al retraso. A la mayoría de los gaditanos, vistas las reacciones, les importa poco. Mientras los que pueden hacer algo rematan el reparto de culpas sin consecuencias personales, la ciudad pierde una de las oportunidades (no retóricas) de su único gran evento en el primer cuarto de siglo: la de poner al día su oferta hotelera y hostelera para primar su sector servicios, el único que le queda.
La conclusión final es que, a la espera de que Paradores sea la excepción y cumpla, la ciudad llegará a su gran día de 2012 con el mismo número de habitaciones y locales que tenía en 2002.
Resulta doloroso comprobar que, a falta de un año, el Bicentenario vaya a servir para crear muchos puestos. Pero ninguno es de trabajo.