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Tolerancia

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La tolerancia debiera haber figurado desde siempre en el rosario de virtudes de los códigos éticos y religiosos, porque contiene el secreto humano mejor guardado, el de la convivencia pacífica entre distintos credos, culturas, países, etnias o ideologías. Resulta paradójico que un país como España, cainita hasta la crueldad más extrema en algunos momentos de su historia, haya sido, por el contrario, modelo de convivencia en determinadas coyunturas. Esto ocurrió en algunas épocas de la España medieval, en el largo periodo del Al Andalus, que aunque marcado por una guerra de dominio entre los pueblos cristianos del norte y los musulmanes del sur, fue espejo de tolerancia en la convivencia de las tres religiones monoteístas, cristianos, judíos y musulmanes. Fruto de este clima fueron épocas de prosperidad y desarrollo científico, esplendor de las artes y belleza de sus artesanías. Un secreto que tantos años después, sigue siendo referencia casi tópica en el discurso político sobre la paz en los conflictos de naturaleza religiosa. En concreto, la referencia a la convivencia en la Corte de Toledo o en el Reino de Granada son habituales, sobre todo, para referirse a las guerras de Oriente Medio, en especial a la que enfrenta a palestinos y judíos desde hace décadas. También es referente de la Alianza de Civilizaciones, siempre como el modelo que se propone de convivencia y respeto desde la diversidad de creencias, religiones e ideologías. Me ha llamado extraordinariamente la atención saber que el mejor y más prestigioso instituto de investigación europeo, la Sociedad Max Planck, tenga entre sus líneas de investigación (en colaboración con el CSIC) una referida al estudio empírico de la convivencia interreligiosa, que toma como objeto de investigación la España de entonces. Decía su director, Peter Gruss, que su objetivo es contribuir a la solución de los conflictos actuales. Es envidiable. También van a poner en marcha un Centro de Estética Empírica donde trabajarán de la mano neurocientíficos y artistas para conocer los mecanismos de percepción y creación artística. No oculto la sorpresa de que científicos tan serios como los alemanes en una institución tan prestigiosa, pretendan investigar empíricamente una etapa o fenómeno histórico en busca de soluciones para el presente. Si no fuera por esto me hubiera sonado a chufla. Pero sin duda, se lo toman tan en serio, que dedican parte de sus costosos recursos humanos a un envite que debieran aceptar las universidades andaluzas, más próximas culturalmente al Al Andalus, donde durante más tiempo se produjo esta fructífera convivencia. Los conflictos interreligiosos crecen y se enquistan, mientras en Europa cabalga de nuevo el populismo parafascista de la intolerancia que alimenta la islamofobia y ampara que se fiche y persiga a las minorías pobres. Es el momento de tratar de desvelar el secreto de la convivencia del Reino de Granada con la ayuda de la Max Planck.