Generación Bicentenario
DIRECTOR GENERAL DEL INSTITUTO DE LA JUVENTUD DE ESPAÑA Actualizado: GuardarLa provincia de Cádiz ha vivido momentos de esplendor donde hemos aportado luz a nuestra civilización y al mundo. Y otros donde por la opresión o por nuestro propio conformismo hemos transitado por un camino de sombras que no conducía a ninguna parte. El doce es una oportunidad para marcar un nuevo rumbo. Uno de esos momentos para respirar hondo, hacer memoria, reivindicar un pasado del que nos sentimos orgullosos y, sobre todo, mirar al futuro de frente, y trabajar para definirlo y alcanzarlo cuanto antes.
Por eso debemos aprovechar la Constitución de Cádiz como momento fundacional de nuestra comunidad política a escala nacional. Pero también en la provincia de Cádiz debemos saber sacar partido al Bicentenario como rito de tránsito hacia una realidad diferente. Donde superemos los problemas que siguen lastrando nuestro progreso económico y nuestro bienestar social.
Decía Cernuda que el deseo es la antesala de la realidad. Pero también sabemos que la realidad no es una foto fija. La realidad se construye. Y en la provincia de Cádiz comienza a ser evidente que necesitamos cambiar los mimbres sobre los que construimos nuestro presente y nuestro futuro, los mimbres sobre los que construimos nuestra realidad. Y no hablo de un cambio político electoral. Eso sería anteponer, una vez más, los intereses partidistas a los intereses generales. Algo de lo que los ciudadanos están hartos, porque no somos capaces de trasladarles otra cosa. Me refiero a un cambio más amplio que tiene que ver con recuperar el impulso y la fuerza colectiva necesarios. Que nos sitúe como sociedad frente al espejo. No para fustigarnos, sino para hacer una reflexión conjunta, desterrar complejos y cambiar todo lo que hace falta cambiar, tanto por dentro como por fuera.
El Gobierno de España y la Junta de Andalucía han apostado decididamente por ofrecer todos los instrumentos que sirvan de palanca de cambio con la llegada de la alta velocidad o el segundo puente como proyectos emblemáticos. Un esfuerzo político titánico en estos tiempos de decisiones difíciles y ajustes drásticos. Pero no basta con los recursos materiales. Una vez estén culminadas estas iniciativas tenemos que ir más allá. Olvidarnos de viejos comportamientos, de polémicas estériles, localismos infantiles, vicios heredados y quitarnos el corsé de los lugares comunes. Para, de verdad, encontrar las claves para implicar a la sociedad gaditana y recuperar el pulso con la calle. Que los gaditanos y las gaditanas sientan que el Bicentenario no es sólo de los políticos o de los medios de comunicación. Sino que es patrimonio de todos y de todas. Por eso no nos podemos conformar sólo con funcionar. Tenemos que ser capaces de emocionar. Romper la barrera de incomprensión que separa a decisores públicos y ciudadanos. Arriesgarnos. Desterrar los fantasmas de la pasividad y el conformismo. Vivir pensando más en lo que nos une y no sólo en las diferencias que nos separan. Retomar la gaditana lucha por las libertades, no contra nadie sino a favor de todos. Para profundizar en la democracia y luchar contra todos los problemas sociales que amenazan nuestra convivencia.
Sobre las oportunidades que representa el Bicentenario decía la ministra de Igualdad que «el inmovilismo no es prudencia, la parálisis no es sensatez; embalsamar los valores no es amarlos. Lo prudente es avanzar; lo sensato es adaptarse a las nuevas realidades; amar nuestra constitución y a nuestra tierra es darle vida, debatirla, incorporar la mirada de los jóvenes, que la hagan suya». Ese es el gran reto. Incorporar a toda una generación a una comunidad de valores, de principios, hacer pedagogía sobre la diversidad y la pluralidad. Una comunidad cohesionada donde las personas jóvenes sepan que más oportunidades significan mayor responsabilidad.
El fracaso o el éxito de una sociedad se miden en buena parte por la capacidad de la misma para acoger en su seno e implicar a la generación siguiente. A los gaditanos que han tenido que irse fuera para poder trabajar. A los que están en paro. A los que les resulta imposible acceder a una vivienda. A los que se las ven y se las desean para llegar a fin de mes. A los que se esfuerzan estudiando sin que tengan claras sus expectativas. A los que montan su propia empresa haciendo casi un acto de fe. A ellos es a los que tenemos que recuperar, que reencantar. A ellos es a los que tenemos que dedicar los esfuerzos del Bicentenario. Porque es un buen momento, como decía, no sólo para dar un salto en infraestructuras, sino para dar el salto, todavía más complicado, que nos falta por dar en el ámbito de lo intangible, de la conciencia ciudadana, del orgullo cívico de ser gaditanos. Sin patrioterismo, pero sí comprometidos para pelear al máximo por el futuro de nuestra tierra. Con nuevos modos y maneras, con otra forma de hacer las cosas. Desterrando privilegios, intereses particulares, siendo más humildes, y aglutinando las esperanzas de toda una generación. No hay que tener miedo al futuro. Sobre todo, porque aunque algunos no se hayan enterado, el futuro, como el Bicentenario, ya está aquí. Los hombres y las mujeres valientes y generosos no temen a nada.