«No alterará mi forma de escribir, mi estilo»
El escritor reconoció su sorpresa por el galardón y agradeció el apoyo a editores y críticos españoles que impulsaron su carrera
NUEVA YORK. Actualizado: GuardarAunque Mario Vargas Llosa está convencido de que las noticias malas llegan al amanecer, la de ayer tal vez le haga cambiar de opinión. Eran las 5.30 de la mañana en Nueva York cuando su esposa Patricia le ofreció el teléfono «mi primera reacción fue la angustia», confesó ante un batallón de informadores. Pero la aprensión del nuevo premio Nobel de Literatura se disipó en pocos minutos, según explicó divertido horas después, lleno de agradecimiento hacia la Academia Sueca y hacia quienes le han apoyado a lo largo de décadas.
«Yo creo que este premio se lo debo tanto a la Academia Sueca como a España, un país del que yo recibí desde muy joven un enorme apoyo a mi trabajo», comentó al entrar en el Instituto Cervantes. «Gracias a ciertos editores y críticos mi obra ha tenido una difusión en el mundo que yo nunca soñé », añadió, flanqueado por Eduardo Lago, director de la institución española.
Vargas Llosa se ha tomado el premio con modestia, con una calma que trata de mantener a pesar de que el galardón ha sembrado el caos en una vida que se presentaba tranquila este otoño, «no como la que llevo en Madrid o en Lima». El escritor se había trasladado a Estados Unidos para impartir un curso en la Universidad de Princeton. «El Nobel solo va a cambiar mi vida transitoriamente, no alterará mi forma de escribir, mi estilo, porque eso viene de una parte muy íntima de mí», comentó.
Más que contento se le notaba plenamente satisfecho, todavía un tanto perplejo por el premio. «Mi sorpresa ha sido total», recalcó con regocijo al comentar cómo en un principio pensó que podría tratarse de una broma, similar a la sufrida por Alberto Moravia años atrás, cuando alguien tomó el pelo al escritor italiano y le llevó a celebrar una concesión del Nobel que resultó falsa. «Le dije a mi mujer: Patricia, por si esto es una broma, mejor no llamemos a nuestros hijos hasta que se confirme y, felizmente, se confirmó», dijo con una amplia sonrisa.
En un día radiante de otoño, con los árboles de Manhattan empezando a amarillear, Vargas Llosa ha ingresado en el selecto club de los grandes de las letras. Tuvo la elegancia de agradecer incluso a Gabriel García Márquez sus «cariñosas declaraciones», evitando comentar el conocido desencuentro que existe desde hace años entre estos dos monstruos de la literatura universal.
Tampoco quiso entrar demasiado al trapo de la política, salvo para comentar su condición de ciudadano comprometido, algo que se filtra en todos sus escritos. «Siempre he sido crítico con las dictaduras, de izquierdas y de derechas, he criticado a la dictadura cubana como lo he hecho con la chilena de Pinochet. Defiendo la democracia y las reformas liberales, pero no sé si estas ideas impregnan verdaderamente mi trabajo literario», comentó.
Su horizonte pasa por Estocolmo, donde el próximo diciembre recibirá el premio. Un galardón que ha querido compartir con todos los que leen y hablan «la maravillosa lengua en la que escribo, la lengua española, que hablamos 500 millones de personas, una lengua que une a personas de países distintos, de costumbres y creencias distintas, una de las lenguas más dinámicas, enérgicas y creativas del mundo moderno».
En ese mundo está Perú, su patria chica, «la que me dio las experiencias que marcan a un ser humano, las de infancia y juventud». Ante todo y sobre todo Vargas Llosa se proclama peruano. «El ex presidente Alejandro Toledo me reconoce como peruano, Fujimori no, quería quitarme la nacionalidad, pero España me reconoció la nacionalidad y me salvó de convertirme en un paria», resaltó.