El ministro José Blanco conversa con la titular de Sanidad, Trinidad Jiménez, en el Senado, donde ambos coincidieron ayer. :: EFE
ESPAÑA

Zapatero reconoce que no tenía razón en las primarias de Madrid

El presidente del Gobierno concede que erró al decantarse por Trinidad Jiménez, pero José Blanco y Pérez Rubalcaba no lo admiten

MADRID. Actualizado: Guardar
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«No podemos pensar que siempre tenemos razón». Fue lo más cerca que estuvo José Luis Rodríguez Zapatero de admitir, dos días después del mazazo de las primarias, que su decisión de empujar a Trinidad Jiménez a competir por la candidatura de Madrid fue una equivocación. Y los más cerca de estuvo de pedir disculpas a Tomás Gómez por haber intentado quitárselo de en medio. «El que gana -dijo- es el mejor».

La autocrítica del presidente del Gobierno llegó hasta ahí porque ni aceptó que los militantes madrileños le hayan querido infligir castigo alguno al encumbrar al único líder territorial que, en diez años, se ha atrevido a oponerse a sus designios ni dio por bueno que todo el proceso haya debilitado y fracturado al partido. «El PSOE sale fortalecido para las elecciones de mayo Tomás va a tener a todo el partido como una piña detrás hoy, mucho más que si no hubiera habido primarias», dijo en una comparecencia en los pasillos del Senado.

El problema es que tras las buenas palabras a las que se han entregado los socialistas para minimizar los daños de la batalla fraternal de madrid, a la que muchos se apuntaron con fruición, sigue habiendo discrepancias internas.

El ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, cumplió ayer con los rigores de la «lealtad» partidista y en el mismo micrófono de la Cámara Alta que empleó Zapatero para reconocer su error, se enfrentó a las preguntas visiblemente incómodo. Afirmó públicamente que Gómez es ya su candidato y que se pondrá a su disposición para lo que necesite. La posición de Rubalcaba era difícil porque fue uno de los dirigentes que más virulencia mostró en su rechazo al secretario general del PSM y porque puso voz a algo muchos pensaban, aquello de que el mayor activo de Gómez era haber dicho 'no' a Zapatero y que eso mismo sería un lastre para él mismo y para el partido de alzarse con la victoria. Un comentario que a toro pasado ha contribuido a alimentar la idea de que la derrota de Trinidad Jiménez es en realidad un aldabonazo de las bases del PSOE al presidente del Gobierno.

Sinceridad

Pero lo cierto es que el ministro del Interior, leal y dispuesto como se dijo, no se retractó en ningún momento de sus palabras. De hecho, remarcó que cuando hay procesos internos de elección en el PSOE él siempre dice lo que piensa, aunque «casi siempre» se equivoca de candidato, y subrayó que eso es lo que hizo este verano. No dijo más y se cerró en banda.

Quien evitó someterse a las preguntas abiertas de la prensa fue, con todo, el hombre que convenció al presidente del Gobierno de que debía intentar apartar a Gómez y forzó el sacrificio de Trinidad Jiménez, el vicesecretario general del PSOE, José Blanco. El también ministro de Fomento acudió temprano a una entrevista en Antena 3, pero el resto del día eludió ponerse a tiro de grabadoras, micrófonos y cámaras. Blanco aseguró que su oposición a Tomás Gómez es ya «pasado» y justificó la 'operación Trini' con las encuestas que tenía y que le indicaban que ella tenía mayores posibilidades de obtener un buen resultado en un duelo electoral con la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre.

«Como vicesecretario general tengo la obligación de trabajar para que el partido sea competitivo y esté en mejores condiciones de ganar y hoy -adujo Blanco- el PSOE está en mejores condiciones de ganar que hace tres meses».

Nada parecido a una asunción de responsabilidades que algunos habrían deseado en sus propias filas.