EL PERRO DEL HORTELANO
La actitud del pequeño comercio del centro encarna perfectamente este símil
Actualizado: GuardarEl perro del hortelano, del que con toda seguridad habrán oído hablar, hace referencia a un tradicional refrán español relativo al cánido que guardaba la huerta de su dueño. Como quiera que el animalito fuera carnívoro, no se comía los productos de la huerta pero, siendo guardián de la misma, evidentemente no permitía que otros se los comieran. Es decir, era un perro que ni comía, ni dejaba comer.
Como anécdota cultural les recordaré que, con ese mismo título, Lope de Vega escribió una comedia donde utilizaba el símil del indicado chucho para narrar la historia de un amor escondido entre Diana, condesa de Belflor, y su secretario, Teodoro. En tal relación (y no desvelo más detalles pues la obra fue llevada al cine por Pilar Miró y quizás les apetezca pillarla en el video club), uno de los personajes ni hacía una cosa, ni dejaba que los demás la hicieran.
Pero deducirán que no es de refranes, ni de literatura, ni mucho menos de cine de lo quiero hablarles en este primer domingo de octubre, y si de la actitud del pequeño comercio del centro de nuestra ciudad, representado a través de sus dos grandes asociaciones: Acoje y Asunico.
Por centrar el tema, les diré que el próximo fin de semana Ifeca acogerá la celebración de una feria 'outlet', en la que diversas empresas venden, a precios muy reducidos, prendas que han quedado en el 'stockaje', saldos y similares. Dicha feria, que organiza una empresa privada, cuenta con todos los beneplácitos legales otorgados por la Administración competente en materia de ferias, que no es otra que la Junta de Andalucía. Tan es así, que idéntica feria se celebra en ciudades tan cercanas como Sevilla, Estepona o Málaga, sin que sus asociaciones de comerciantes se opongan a algo que, en definitiva, no hace otra cosa más que beneficiar al consumidor y fomentar la libre competencia.
De hecho, la propia empresa organizadora invita al comercio local a sumarse a la iniciativa pues así, fundamentalmente, el pequeño comercio puede vaciar sus vitrinas y renovarlas con nuevo material de cara a la temporada otoño-invierno. Incluso, varios comerciantes del centro habían confirmado su participación en el evento.
Pero hete aquí que llegan las asociaciones de comerciantes del centro de Jerez y se alzan contra dicha feria; aconsejan a sus asociados que no participen en la misma, so riesgo de expulsión, e incluso anuncian la presencia de piquetes a las puertas del palacio de Ifeca para controlar que la celebración no triunfe.
¡Olé los testículos de ambas asociaciones! En una sola semana son capaces de reivindicar, por un lado su derecho a trabajar durante la jornada de huelga, exigiendo que no actúen piquetes informativos, mientras que por otro, prohíben que los demás trabajen, anunciando que serán ellos los que conformen tales piquetes. Es lo que llamo una democracia hecha a medida.
Los comerciantes deben aceptar todas las reglas democráticas e, igual que piden respeto a su derecho al trabajo, deben acatar el derecho a la libre competencia que también reconoce la Constitución en su artículo 38, y que desarrolla la Ley 15/2007, de Defensa de la Competencia, cuyo primer precepto expresamente prohíbe «.todo acuerdo, decisión o recomendación colectiva, o práctica concertada o conscientemente paralela, que tenga por objeto, produzca o pueda producir el efecto de impedir, restringir o falsear la competencia en todo o parte del mercado nacional».
El comercio del centro debe ponerse las pilas y, en vez de impedir que los consumidores nos beneficiemos de las mejores ofertas, plantearse por qué la gente no va al centro. Si quieren, puedo adelantarles algunas pistas: el transporte urbano desespera; llegar en coche es infumable; los aparcamientos subterráneos son caros, rayando lo abusivo y, finalmente, cuando uno comienza a pasear por el centro halla un comercio tradicional al que si se le suprimen las grandes marcas, las tiendas de telefonía y alguna que otra honrosa excepción, simplemente es malo de solemnidad.
Así que pongan a trabajar el ingenio, que para eso está, pues la impresión que uno se lleva tras conocer estos hechos es que los comerciantes del centro, no sólo rayan la incoherencia más absoluta aceptando parcialmente nuestros derechos constitucionales sino, lo que es peor, se convierten en el perro que guardaba la huerta..