DEJAD QUE LOS NIÑOS SE VAYAN DE AQUÍ
Las rajadas de los jóvenes mejor preparados, y parados, de la historia de España son desoladoras
Actualizado: GuardarAún quedan, a diario, casi en cada cabecera, textos y ejercicios periodísticos que reconcilian al lector con ese oficio a la deriva, pendiente de recalificación y reconstrucción. Uno de ellos es la serie 'Preparados' que se limita a recoger testimonios de jóvenes sin acceso al mercado laboral que forman parte de la generación mejor formada de la historia de este país.
En España, y de forma desmedida en esta provincia, la educación aún tiene agujeros negros. De la formación profesional a unos inaceptables niveles de abandono. Pero esa realidad convive con el mayor porcentaje de licenciados universitarios que hayan existido jamás en la franja entre 25 y 30 años, con la primera quinta que cuenta con solvente conocimiento, al menos, de otro idioma y con el mayor número de estudiantes que ha completado parte de su formación en otro país. Sólo tres parámetros, en trazo grueso, pero innegables.
Al recordarlos, resultan desgarradoras las proporciones de la estafa sufrida por los miembros de esta nueva generación. Los presuntos autores son sus padres. «Este país pasa de mí. Yo pasaré de él»; «España no cuenta conmigo y yo no cuento con España»; «Me dijeron que me preparase como los mejores, lo he hecho ¿y ahora qué?». Son mensajes más o menos literales, quizás algo grandilocuentes y melodramáticos pero llenos de la verdad indiscutible que supone el dolor, la decepción personal. Quizás sus causas puedan debatirse. Las lágrimas, no.
La publicación regular de las quejas de estos chavales coincide con el momento en el que el modelo económico de toda una comunidad, el credo de mentiras que se convirtió en la biblia de los listos, se sienta en un banquillo de Málaga, del tamaño de un tren de cercanías, por cierto. Este país de piratas, esta tierra de pillos, esta península de pícaros ha estafado a la mejor parte de sí misma, a sus hijos.
Le dijo a los más pequeños que estudiaran, que se formaran y se preparaban mientras llenaban de basura los cimientos podridos de un edificio infecto, en el que la mitad de los vecinos eran pelotaris del pelotazo, promotores de sí mismos, corruptos, corruptores, emprendedores de atajos, improductivos varios, enchufados, enchufadores, asesores, políticos profesionales sin profesión, prejubilados 'contri' antes, subsidiados de pega, absentistas reincidentes, liberados, ejecutivos verborreicos, teóricos (y alérgicos) de la práctica laboral, coordinadores, patronos ávaros y demás miembros de esa mitad de los españoles que se despierta para engañar a la otra mitad. Pero había menores. Nadie les advirtió. Se nos olvidó.
Toda esa quinta nacida en los 50 y los 60, la que hizo ese monumento a la mentira de la transición, la que vendió barbas y cuello vuelto por beneficiarse a una prima, de beneficios, tuvo la caradura de contarle a los que venían detrás que «estudiaran» como si al pronunciarlo pareciera que esos mayores lo hubieran hecho, como si creyeran en el esfuerzo, en el premio al trabajo, en la meritocracia, en el talento. A escala generacional, viene a ser como si esos chavales hubieran asistido a un máster de ética impartido Luis Roldán, un cura pedófilo y El Dioni.
Estos herederos, los mejores técnicos que tuvimos nunca con los números en la mano, descubren ahora que la máquina económica y social que les traspasan esos puretas no funciona. El motor está hueco. Vendieron las piezas para gastarse el dinero en cuadros de Miró para el retrete, putas y coca (somos los segundos consumidores porcentuales del mundo en ambos casos).
Además, como suele suceder con los tunantes, cada cual trabaja solo. Va cada uno por su lado. Nadie se fía de nadie. La solidaridad, la ayuda, la colectividad que cantaron con Hendrix en su juventud se ha convertido en un egoísmo compulsivo, en individualismo extremo. Al miércoles nos remitimos.
La fuga tiene mala prensa, parece sinónimo de cobardía, pero igual es cambio de rumbo. Cualquiera que oiga a esos jóvenes, que vea lo que les toca, la organización laboral retro, alo Kunta-Kinte, que les están preparando, el viciado mercado que les legamos, entenderá que la más honesta, hermosa, prometedora e inteligente opción es largarse de aquí cagando leches y cuanto antes.