HACÍA FALTA UNA HUELGA GENERAL
Actualizado: GuardarCifras arriba, cifras abajo, la lectura de esta huelga ha sido como la de las elecciones: todos han salido ganando, moderadamente eso sí. No hace falta ser un experto para saber que esta reforma de ley hace recortes en los derechos de los trabajadores, pero posiblemente esta convocatoria hubiera tenido más razón de ser cuando, tiempo atrás, veíamos el paro crecer hasta alcanzar los cuatro millones y medio de desempleados que padecemos o también, por qué no, cuando nuestro país iba perdiendo niveles de competitividad empresarial hasta bajar a las cotas de Kazajstán. Llevo días presenciando las estrategias de persuasión de los piquetes informativos; el miércoles, pasando por San Juan de Dios, pude constatar una vez más estas capacidades de coacción, que no de persuasión, y claro, cómo no, cabe preguntarse si es lícito o moral, como prefieran, que esta actividad informativa se produzca antes y durante la jornada y con estos métodos. Paralizar todo un país es terrible, y la imagen de la ciudad, o al menos la de calles como San Francisco, era desoladora ante tanta suciedad y trabajadores que no se atrevían a subir las barajas de las tiendas. No lo dudo; cuando los sindicatos deciden llamar a la huelga general es producto de una decisión premeditada, pero aún así me niego a aceptar, y me provoca miedo y estupor de igual manera, saber cómo muchos de los que la secundaron, lo hicieron por miedo a las represalias. Ahora, y tras la huelga, es hora de proponer alternativas. Quizá la clase sindical podía renovarse y comenzar abriendo un concurso de ideas para nuevas convocatorias ya que resulta evidente que ni los mensajes, ni las técnicas empleadas, sumaron voluntades a esta huelga que, muchos dicen, era «pactada».